Las 10 cualidades de un gran líderMuestra

1. SOY RESPONSABLE CON LO QUE HAY EN MI MANO

La iglesia no se trata de un edificio o un evento semanal, se trata de personas. Una de las mayores analogías de la Iglesia es la comparación con un cuerpo humano, donde cada parte tiene un rol diferente pero necesario en el funcionamiento global del cuerpo. Existen áreas no tan visibles pero si vitales, dando valor e importancia a todas las partes. Es inconcebible entender un cuerpo conformado solo de manos u orejas, ya que cada parte tiene una misión necesaria y complementaria para el desarrollo. Un pie no puede andar hacia un lugar diferente a donde va una rodilla. Estamos unidos con una misma visión y dirección.

La iglesia no edifica sobre el talentos de unos pocos sino sobre el sacrificio de muchos que conforman el Cuerpo de Cristo. Dios reparte dones y talentos para que sean desarrollados y usados en la iglesia de múltiples formas y maneras.

Conocer y administrar la función que Dios nos ha encomendado como parte de la Iglesia es primordial.

Cuando Moisés fue llamado por Dios a liberar al pueblo de Israel de Egipto, le preguntó qué había en su mano, qué era lo que Dios había puesto en su vida que podía ser de utilidad y bendición para otros. Es esencial hacernos esta pregunta en nuestras vidas: ¿Qué hay en nuestra mano? ¿Qué dones, talentos, habilidades o funciones nos ha entregado Dios para llevarlos a la acción en el Cuerpo de Cristo?

Nuestro propósito no tiene que ser buscar una posición o reconocimiento dentro de la Iglesia, sino valorar lo que Él nos ha encomendado hacer como servicio a su Reino, siempre entendiendo que es por y para su Gloria. Respetemos cada función dentro del Cuerpo sin tomar la responsabilidad de funciones o roles que no nos han sido entregados. No tiene sentido que un ojo intente ser una boca o viceversa. Seamos genuinos, auténticos y sin buscar imitar a otros. Dios nos ha dado algo en nuestras vidas para que seamos responsables de ello y lo hagamos crecer, utilizándolo como herramienta para el crecimiento, vida y avance de su Iglesia.

¿Cómo estás desarrollando la función que Dios te ha dado dentro de la Iglesia?

¿Cómo estás complementando tus dones con otras áreas y ministerios de la Iglesia?

Oración: Señor quiero ser responsable con lo que tú me has encomendado. Hazme ser un buen administrador de lo que me has dado para bendecir a tu Iglesia.