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Nuestro mayor anhelo

El dinero, la fama, las relaciones y el éxito -estas cosas que perseguimos- son en realidad sólo medios para un fin. Nuestro mayor anhelo es la alegría, la paz y la satisfacción.

Esperamos que el dinero pueda comprarnos la paz o que las relaciones nos den alegría. Pero la vida no funciona como creemos que debería. Las cosas se acumulan a nuestro alrededor y no nos satisfacen. Las relaciones más cercanas pueden traer la mayor confusión. A menudo, estos deseos tan anhelados -la alegría, la paz y la satisfacción- parecen estar fuera de nuestro alcance.

Tú y yo necesitamos algo mucho más grande de lo que podemos reunir por nosotros mismos. Necesitamos algo fuera de nosotros, algo más fuerte, algo seguro. ¿Eso que buscamos, eso que esperamos encontrar? Bueno, no es realmente una cosa. Es una persona.

Alerta de spoiler: es Jesús.

Sé que puede sonar simplista. Es demasiado fácil, ¿verdad? Sin embargo, Jesús es mucho más de lo que creemos. Él es el creador, el sustentador y la fuente de todo lo bueno, y en su presencia hay "plenitud de alegría" (Salmo 16:11). Cuanto más conozcamos a Jesús, más conoceremos la alegría, la paz y la satisfacción. El estudio de Filipenses nos ayuda a comprender cómo el hecho de conocerle más marca la diferencia.

Filipenses es una invitación a la alegría, escrita por el apóstol Pablo, encarcelado, a los creyentes de la iglesia primitiva que sufrían oposición. Su estribillo continuo a lo largo de la carta es "¡Alegraos!".

Su alegría era inquebrantable. Su paz era segura. Su esperanza era abundante. ¿De dónde sacó tanta riqueza en medio de circunstancias tan terribles? ¿De qué fuente bebió lo que le llenaba tan plenamente? ¿Cómo aprendió el secreto de la satisfacción?

¿Puedo aprenderlo yo también?

Todas estas preguntas persisten en mi mente mientras leo Filipenses una y otra vez. Cuanto más estudio, más reconozco lo diferente que era la alegría de Pablo de la felicidad que suelo buscar. Con demasiada frecuencia pongo mi corazón en el oro de los tontos y en los falsos tesoros, en lugar de en las riquezas que se encuentran en Cristo. Los objetos mundanos -la casa perfecta, un trabajo de ensueño, unas vacaciones increíbles o la seguridad financiera- pueden proporcionar una felicidad momentánea, pero no satisfacen repetidamente. No es malo disfrutar de cualquiera de estos artículos; simplemente son insuficientes para una satisfacción duradera. Con demasiada rapidez, pierden su brillo. Mi esperanza y mi oración es que nos convirtamos en mujeres de alegría permanente.

¿Qué es lo que más te alegra en tu vida ahora mismo?