«Un nuevo día»Muestra

«Descansa en Él»

Después de ser sensible a la voz de Dios y declarar ese nuevo día, ocurrió algo maravilloso, alrededor de cuarenta personas caminaron hacia la plataforma para recibir a Cristo. Muchos estaban arrodillados y algunos lloraban lágrimas de alivio y alegría. ¡Tenían un encuentro con el Salvador! Rápidamente me di cuenta, que algunas personas en la sala, no tenían ningún contexto para lo que estaban viviendo. Antes de orar con los que estaban en la plataforma, me tomé un momento para explicar cómo usa Dios los dones espirituales, para atraer a las personas. Les dije: «Aquellos de ustedes que se criaron como católicos o bautistas, den gracias por su herencia divina, pero si alguna vez exaltan su herencia por encima de la enseñanza de las Escrituras, se equivocan. Y si son pentecostales o carismáticos, y aman tanto a los dones que les dan más importancia que a la guía del Espíritu, se equivocan. Dios quiso que los dones se usaran para que las personas se acercaran más a Él, como podemos verlo esta mañana».

Después, oré con los que estaban en la plataforma y sentí que Dios decía: «Todavía no he terminado. Tengo algo más para otras personas en esta mañana».

Mientras que, los cuarenta nuevos creyentes seguían orando en la plataforma, me dirigí a la congregación y anuncié: «Algunos de ustedes se han congregado por mucho tiempo, pero sienten la necesidad de abrir su corazón a Dios. Desean decir: “Señor, hoy te entrego mi vida en serio. He tratado de hacerlo, y he fallado. Quiero que me guíes”. Si sientes que Dios te invita a estar en Él, ven al frente y arrodíllate ante Él, y pidámosle que tome el control».

Alrededor de trescientas personas vinieron al frente para arrodillarse y orar. Entonces, pedí que cubrieran su boca con sus manos, que dijeran sus temores, que elevaran esos temores al cielo y que dejaran que Dios los tomara. Muchos fueron conmovidos profunda y visiblemente.

Les expliqué que Dios me había llevado a hacer esto con mis manos para decirle mis temores, una noche al inicio de esta semana. Les dije: «Después de un rato, mis brazos se cansaron. Quería relajarme y dejarlos caer, pero Dios me dijo que fuera a la pared y los apoyara contra ella. Me dijo: “Eso es lo que siempre haces. Echas tus temores sobre ti mismo cuando te cansas y cuando sufres. Esta vez, quiero que los dejes conmigo”».