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La santidad trae gloria de Dios a nuestra vida que se refleja en nuestro rostro. El brillo espiritual se relaciona con la santidad. Ese fue el caso de Esteban.

Hechos 6:3:“elijan… a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría…”, BAD. Hechos 6:5 nos cuenta que uno de los elegidos fue Esteban. Luego, Hechos 6:8 nos muestra las obras de este joven santo: “Esteban, hombre lleno de la gracia y del poder de Dios, hacía grandes prodigios y señales milagrosas…”. Hechos 6:15 dice: “Todos… fijaron la mirada en Esteban y vieron que su rostro se parecía al de un ángel”, BAD. Santidad reflejada en el rostro. Todos los apóstoles entendían la conexión, por eso 2ª Pedro 3:14 dice:“…queridos amigos… hagan todo lo posible para que se vea que ustedes llevan una vida… pura e intachable a los ojos de Dios”, NTV. (Santidad que se ve).

Lo que no rendiste a Cristo está bajo dominio del diablo. 2a Corintios 6:15:“…No puede haber amistad entre Cristo y el diablo…”, TLA. De eso no nos damos cuenta los que hemos recibido a Jesús a nuestra vida. Las áreas no rendidas a Cristo son dominadas por el diablo. La mayoría de los cristianos pecan en la misma área. Pero nunca piensan, ¿por qué? Asumen la “vieja naturaleza que los llevó a pecar” como disculpa. Pero la vieja naturaleza obedece a su viejo amo: el diablo. La nueva naturaleza, al Señor Jesucristo. Y ahí vemos si hay rebeldía en nuestra vida. Filipenses 1:6 afirma:“…Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada…”, NTV.
La obra de santificación debe ser continua y manifestarse con niveles crecientes de gloria, pero nos acostumbramos tanto a ver cristianos derrotados que creemos que eso está bien. La soberanía de Dios sobre nuestra vida y nuestra sumisión deben crecer. Si eso no ocurre es porque nos resistimos al trato del Espíritu Santo.

Santos por posición, santos en purificación. Somos hechos santos por imputación (Cristo nos hizo santos) y, santos en proceso por la acción del Espíritu Santo, cada día.