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DÍA 3 DE 4

El pecado carcome, corroe, pudre, mata por dentro como un cáncer que distorsiona todas las dimensiones humanas, tanto físicas como moral y espiritualmente. Sigo enganchado con el libro de Génesis, no he podido avanzar y la verdad no quiero apresurarme, el Maestro Divino cautivó mi atención y quiero seguir escuchando.

El concepto del mal ocupa un lugar de relevancia en todo el relato bíblico. Te sorprendería descubrir el enorme espacio que conquistó desde los orígenes de la creación este intruso. Génesis capítulo dos, culmina con lo que considero es una de las representaciones más exquisitas que ha creado el Artista Divino…

”Dios no encontró en toda Su creación una ayuda que fuera adecuada para Adán. Por tanto, de su costado formó a un ser fascinante llamado mujer, para que fuera su compañera" (Gen. 2:18-24).

Pero, drásticamente la alegría que nos embargó al cerrar Génesis dos, es opacada al abrir las puertas de Génesis tres; pues fuimos recibidos por la serpiente, un ser astuto, rastrero, oscuro ¡Oye, una serpiente que habla, razona, interpreta, y cuestiona! Que conoce a Dios desde antes de que todo, incluyendo el hombre, fuera creado (Gen. 3:1-7).

No nos podemos engañar a nosotros mismos, el mal puede tener muchos rostros y conveniencias, pero desde siempre ha tenido un origen, un padre, Satanás es su nombre, y aquellos que aman o viven en la mentira, él es su padre (Jn.8:44).

Al lucero hijo de la mañana o a Lucifer “portador de luz”, al sello de la perfección, a aquel que fue creado, lleno de sabiduría y acabado de hermosura, no le bastó vestirse de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro, ni pasearse en medio del edén de Dios. Ni subir al monte de Dios, ni estar rodeado de lo más selecto del coro celestial con tamboriles y flautas ¡No! Su ambición desmedida y orgullo desenfrenado lo llevo a pecar contra Dios, al querer ser igual a Dios y levantarse un trono para sí sobre las alturas de las nubes (Is.14:12-14, Eze. 28: 11-19).

La palabra hebrea “Abar” significa traspasar o pasar sobre un límite, y esto fue lo que precisamente hizo Lucifer, traspaso el límite establecido por Dios para todas sus criaturas y por consiguiente el Dios tres veces Santo, aquel que no tiene trato o “negocio” con el pecado, lo arrojo de Su presencia, y en su vertiginosa carrera descendente hacia la fosa, el seol o el abismo, Lucifer se convirtió en Satanás, se desfiguró, perdió su hermosura, y fue despojado de su esplendor (Eze. 28:11-19, Os. 6:7).

A estas alturas me vi obligado a realizarme un examen de conciencia y pedirle al Santo Espíritu que me revelará si en mi corazón todavía había rebelión contra Dios. No me las quiero dar de espiritual; pero he descubierto que el mal es sutil como la serpiente, y por mucho que queramos maquillar el pecado, sigue siendo pecado.

Si bien es cierto que el pecado, “mal o maldad”, tuvo su origen en Satanás antes de que se convirtiera en demonio, entró al mundo por intermedio de Adán y Eva, y en su desobediencia "pecado", arrastraron consigo a toda su descendencia en un espiral de muerte espiritual (Rom.5:12) . Y desde entonces, el pecado tiene muchos rostros, facetas y conveniencias, pero la vanidad, el orgullo, la arrogancia y la ambición desmedida, siguen siendo la madre de todos los pecados o vicios. Porque al final te darás cuenta que para conseguir lo anterior, siempre, siempre tendrás que sobrepasar los límites en todos los sentidos, incluyendo los divinos.

Realizando esta reflexión recordé algunas citas célebres de la interesante película de los 90 llamada “El abogado del diablo”, en ella uno de los protagonistas dice: “El pecado es como un carcinoma de crecimiento lento, pero bien establecido”, a lo que el coprotagonista le responde: “Salir del pecado es fácil, basta un acto de genuino arrepentimiento".

Enseguida, subió a mi corazón uno de los textos bíblicos que más atesoro…”. Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros" (1 Jn. 5:10).

¡Medita en esto!

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Acerca de este Plan

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