Un Corazón DispuestoMuestra

Tipos de corazones

Es asombroso lo que uno va aprendiendo de la Palabra. La Biblia es una fuente inagotable de conocimiento y sabiduría. Por ejemplo, Jesús nos enseña, en una de sus parábolas, las diferentes condiciones del corazón humano. Antes de compenetrarnos en esta parábola, hay que tener claro lo que es una parábola. Una definición simple es: Una parábola es un ejemplo de la vida cotidiana que enseña una verdad espiritual. Es decir, Jesús tomaba elementos que eran conocidos para la gente de esa época y así explicarles, de forma sencilla, una verdad espiritual. Igual había personas con el corazón endurecido y los oídos tapados que no entendían dichas verdades espirituales. ¿Por qué? Porque decidían llegar con un corazón poco dispuesto y enseñable.

En Mateo 13:1-9 podemos leer una de las parábolas más hermosas que Jesús enseñó. En esta parábola se muestra a un sembrador (una persona, un cristiano) que va esparciendo semillas (la Palabra). Estas semillas van cayendo en distintos tipos de suelo (corazones). Hay semillas que se las comen los pájaros, otras que se marchitan, otras se ahogan y otras que florecen y dan frutos. Todo lo anterior eran elementos sumamente conocidos para las personas de la época.

Lo interesante de esta historia es que el sembrador es el mismo; como también, las semillas son siempre las mismas. El hecho de que la semilla de o no fruto no es culpa ni de la calidad de la semilla ni de cuán bueno sea el sembrador, sino del tipo de terreno donde cae la semilla o la Palabra de Dios, o sea, de la condición del corazón humano que recibe la Palabra de Dios. El tipo de terreno que se menciona en la parábola (terreno duro, terreno pedregoso, terreno con espinos, terreno bueno) refleja la condición del corazón que podríamos tener en un momento dado.

¿Cuál es la verdad espiritual? Existen cuatro tipos de corazones: tres en los cuales la Palabra de Dios no da fruto y uno en el cual la semilla crece y da fruto “cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno”. Partamos con el primero. Éste es un corazón duro, como un camino donde han transitados miles personas, ciento de caballos y carros. El suelo se ha endurecido con el transitar de todos ellos. En este corazón, La Palabra ni siquiera puede penetrar por lo duro que es el corazón. Llegan los pájaros y se comen las semillas. La semilla nunca floreció, nunca echó raíces, nunca dio fruto, nunca cambió una vida.

Otro corazón se asemeja a un terreno pedregoso en donde La Palabra penetra fácilmente y es recibida con entusiasmo; sin embargo, la raíz no alcanza a crecer. Cuando lleguen los problemas (las burlas y las oposiciones) y como La Palabra no echó raíces, ésta durará poco en el corazón y al final morirá. No dará fruto y no cambiará la vida de la persona.

El tercer corazón se asemeja a un terreno con espinos. Este corazón es aquel que recibe La Palabra pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas la ahogan. Es tanta la atención a estas cosas mundanas que poco a poco las enseñanzas de la Palabra van desapareciendo hasta que, finalmente, dicha persona termina por olvidarlas. Nunca dio fruto, nunca cambió una vida.

Sin embargo, existe un cuarto corazón. Éste es semejante a un buen terreno donde plantas una semilla y ésta da muchos frutos; y estos frutos dan aún más semillas. Este corazón es aquel que oye la Palabra, la medita, y la pone en práctica cambiando así la vida de la persona que la recibió. Es la persona que persevera en la Palabra, la escudriña para aprender de ella y construye su vida en base a lo aprendido permitiendo así que La Palabra de Dios eche raíces en su vida y corazón.

¿Qué tipo de corazón tienes? ¿Estás esparciendo semillas? ¿En qué tipo de terreno están cayendo?