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¡No Necesitas Más!

DÍA 2 DE 4




Después de la caída, nos rompimos, y la Palabra de Dios en Isaías 61 dice que Él vino a restaurarnos. Y me parece hermoso porque, ¿qué tiene que saber una persona para poder restaurar algo? Tiene que saber de dónde viene, cuál es su origen. Lo doloroso es que en nuestra vida pasa que entramos a lugares o a una relación con Dios desde nuestra religiosidad, desde tratar de ganar la aprobación de otros, desde lo que los demás nos dicen que nosotros deberíamos ser o hacer, y no nos damos cuenta de que nos volvemos una caricatura barata de lo que Dios diseñó que nosotros fuéramos.

Ahora, ¿qué necesitamos entonces? Necesitamos ir a la fuente. Si nuestro origen es Él, necesitamos ir a Él. Señor, dime quién soy; recuérdame quién soy; recuérdame lo que Tú viste en mí cuando me diseñaste, necesito verme como Tú me ves. Necesitamos volver a Él y que nos ponga el espejo de su amor y de su gracia. Somos maravillosamente diferentes, y por eso somos un cuerpo. No podemos ser copias los unos de los otros; somos únicos e irrepetibles. ¡Qué maravilla que seamos diferentes! Pero muchas veces, la religión quiere que nos volvamos uniformes. ¡No! Qué chévere que seas auténtico.

Pero, ¿quién eres? Eres un hijo de Dios, y necesitas ir a tu Papá para que te recuerde quién eres. Él conoce el original. Tal vez, muchas veces voy en oración, y Dios me dice: "No, Naty, esa no eres tú". Él me mira con todo el amor del mundo y me dice: "No, Naty, esa no eres tú". Necesito ir a Él.

No sé si han visto a las mujeres en África que se ponen un montón de collares en el cuello para tener el cuello largo. O en Japón que se ponían los zapatos muy chicos para tener un pie de "loto" porque era considerado bonito. A veces nos hemos convertido en eso, una distorsión del original, y eso no es lo que Dios quiere. Es necesario tener claro de dónde venimos. Venimos del corazón de Dios. Quizás nos hemos creído el cuento de que somos unos fracasados, y Dios necesita mirarnos a los ojos y decirnos: "No eres un fracasado". Tal vez nos han dicho que somos un accidente. Necesitamos ir a donde nuestro Papá para que nos mire a los ojos y nos diga: ¡No eres un fracasado! ¡Eres mi hijo amado en quien estoy muy complacido! ¡Yo comencé la obra en ti, y seré fiel en terminarla!

También en Juan 14:1-3 (NVI), Jesús nos dice: “»No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas. Si no fuera así, ¿les habría dicho yo a ustedes que voy a prepararles un lugar allí? Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté”. También sabemos que Jesús es el camino, pero nuestro destino es el Padre. ¡Este no es nuestro hogar! Y esto es importante porque en la vida, al estar en un mundo caído donde pasan tantas cosas difíciles, necesitamos recordar que nosotros vamos a un lugar. Que muchas cosas no las vamos a entender aquí pero que todo cobrará un sentido cuando estemos cara a cara con Él. 1 Pedro 1:4 (NVI) dice: “y recibamos una herencia que no se puede destruir, contaminar o marchitar. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes,”. Lo que tú y yo tenemos nadie nos lo puede quitar. Y debería ser algo que nos llene de esperanza en los días difíciles.

Cuando uno corre en una maratón de esas que organiza Unicef, cuando inicias te colocan fotos de los niños cada uno o dos kilómetros, recordándote por qué corres, pero ya cuando estás a punto de llegar a la meta, te ponen muchas fotos, y hasta hay músicos para animarte a llegar a la meta. La gente grita “¡Ya va a llegar! ¡Ya va a llegar!”. Este es un tiempo donde necesitamos estar viendo el sentido de nuestra vida, la razón por la que estás corriendo la maratón; para llegar a la meta, a la morada celestial. En tu maratón y en mi maratón, lo que importa es Cristo, Él nos está esperando en el punto de llegada. Pero, a lo mejor, aún vivimos buscando nuestra gloria, nuestra venganza, nuestra justicia y que reconozcan. Pero necesitamos volver la mirada en quien debe estar puesta.

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

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