SedientosMuestra

En todas las épocas, en distintos contextos, el ser humano ha tratado de vivir siempre más rápido, de alcanzar más, de abarcarlo todo.

Hoy en día, vivimos frenéticamente, y paradójicamente, estamos más paralizados que nunca. La comida rápida, las compras en línea, las plataformas de Internet y las redes sociales, nos conducen a una velocidad vertiginosa, y a la vez, absorben todo nuestro tiempo y paralizan nuestra vida espiritual. Todos nosotros deberíamos beber agua, todos los días, entre 1,7 y 3 litros al día, según nuestro peso. Pocas personas lo hacen, lo olvidan. Vivimos tan de prisa que se nos olvida una de nuestras mayores necesidades fisiológicas. ¿Cómo es posible?

La Palabra de Dios nos da la respuesta: el cuerpo es débil. La carne, como la Biblia llama a nuestra naturaleza humana, es defectuosa por causa del pecado. Nuestras emociones y pensamientos, nuestra voluntad, nuestros deseos y temores, todo nuestro ser natural se ve afectado y debilitado. Queremos vivir más, pero estamos viviendo menos. ¿Cómo arreglarlo? Jesús ya lo hizo. Él abrió el camino para que todos los creyentes en todo el mundo y en todas las épocas pudiéramos mantener nuestra vida enfocada, priorizando y aprovechando el tiempo. La oración nos conecta con el Padre y nos pone una y otra vez en la dirección correcta, desempaña nuestras lentes y nos ayuda a no perder el enfoque. Pero, ¿oor qué? Él sabe cuánto le necesitamos, y cuánto nos cuesta mantener a nuestro espíritu bien hidratado. Estamos sedientos de Dios, nuestro espíritu lo está, y necesitamos estar conectados a la fuente para no olvidarlo.