Cuando No EntendemosMuestra

Querer saber

Pensar, meditar, reflexionar son capacidades que la mayoría de los seres humanos tenemos el privilegio de poseer. Algunos pasan por la vida sin darle mucho trabajo a la mente, y se conforman con lo corriente, con lo que ven sus ojos a dos millas de distancia. Estas personas no gozan de la bendición de ir un poco más allá en busca de cosas más relevantes que adornan la vida y sacian el alma.

Cuando vemos al salmista queriendo saber más de Dios y su palabra, a Salomón queriendo adquirir sabiduría, a Pablo rogando por más luz y entendimiento, nos damos cuenta que estamos ante personas que le dieron a sus almas el deleite de reflexionar, de ir más allá, de querer saber.

El salmista le decía a Dios: “Hazme entender el camino de tus mandamientos, para que medite en tus maravillas, … más que todos mis enseñadores he entendido porque tus testimonios son mi meditación” (Sal. 119: 27,99). Para este hombre era muy importante dedicar tiempo al estudio de la Palabra. Él sabía que si quería entender cosas profundas y relevantes concernientes a la vida y a Dios, tenía que ser diligente y llevar su mente a caminar por los senderos de la sabiduría. En su genuino interés por conocer a Dios, le dijo: “Por el camino de tus mandamientos correré, cuando ensanches mi corazón" (119:32).

Y es que podemos hacer todo el esfuerzo del mundo por querer saber las cosas profundas de Dios y fracasar en nuestro intento, si Dios no abre nuestro entendimiento. Por tanto, la realidad es que necesitamos la obra del Espíritu Santo iluminando nuestra mente para que podamos tener ojos que ven y oídos que oyen. Por eso, el salmista le dice a Dios: “Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos" (119:33).

Lamentablemente, la reflexión no es un acto muy popular entre algunos creyentes. El conformismo de sentirse saciado con lo que se ha aprendido, la dejadez por el estudio de la Palabra, las muchas cosas que han ganado terreno en el campo del entretenimiento, así como el tiempo dedicado a las redes sociales, ahogan cualquier deseo del alma por buscar las cosas de Dios.

A la hora de la prueba, de la adversidad, de los momentos difíciles, el alma busca con ansias lo que pueda ayudarla a salir adelante, pero sólo encuentra espacios vacíos que no se llenaron con el consejo divino, con sus enseñanzas, con sus promesas. Qué triste saber que no se sabe porque no se hizo nada por saber. Sigamos el consejo divino y seremos enseñados por Dios: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”(Jer. 33:3).

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ngfigue@yahoo.com

Agradecimiento especial a Jonathan Riddering por su colaboración con el arte gráfico.