Una Casa FirmeMuestra

Una vida firme

Cuando el Señor Jesús nos habla acerca de la casa que está firme sobre la roca, está refiriéndose a la vida misma. Cada casa, es decir, cada uno de nosotros, tiene su vida localizada sobre algún fundamento. Para unos ese fundamento es arena y para otros es roca. Para todos, en algún momento de la vida, se irán produciendo momentos de dicha y felicidad o de tormenta y adversidad.

Por tanto, si pensamos sabiamente llegaremos a la conclusión que tener nuestra vida sobre la roca es sinónimo de victoria. “Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó” Mt. 7:25. ¿Cómo nos ubicamos en esa base tan estable? Jesús explicó con mucha claridad cómo lo hacemos. Se trata de escuchar Sus palabras y obedecerlas. ¿Dónde encontramos las palabras de Cristo? Ya saben ustedes la respuesta, en Su Palabra.

Es una realidad innegable que hay tiempos difíciles en la vida, y está muy claro que los que hemos creído en Cristo como nuestro Salvador, no estamos exentos. Jesús ha sido muy claro con nosotros: “En el mundo tendréis aflicción” Jn. 16:33. Miremos la vida de Pablo y nos daremos cuenta de cuántas vicisitudes, pruebas y momentos dificilísimos tuvo que experimentar.

Sigamos mirando su vida y le veremos fuerte, con una fe inquebrantable, seguro de saber que el Dios que le salvó le había hecho vencedor. Definitivamente había cavado hondo y su vida se había establecido sobre la roca que es Cristo. Él padeció y sufrió pero permaneció firme sobre la fe.

Los vientos, las lluvias y los ríos desbordados se empeñan en derribar nuestra casa. Las dificultades económicas, las enfermedades, los problemas familiares, los virus, están tratando continuamente de socavar nuestro fundamento. Por ese empeño diabólico de hacernos caer, todos los que somos de Cristo debemos estar alertas. La Palabra del Señor continúa siendo un arma poderosa y mientras más la conozcamos mayor conciencia tendremos de nuestra victoria en Cristo.

Definitivamente Él es nuestra Roca, Él es el fundamento de nuestras vidas. Nuestra estabilidad jamás podrá depender de nuestras fuerzas, mucho menos de nuestras flaquezas. Dependemos de la fe, de creer que Dios está con nosotros como un poderoso gigante. Dependemos de Sus fuerzas, de todo lo que Jesús alcanzó para nosotros en la cruz. Jesús habló y nos dejó Sus enseñanzas, en la Palabra de Dios está contenida Su voluntad para nosotros.

El Espíritu Santo nos capacita para entender y nos revela a Cristo. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” Jn. 14:26.