Transformada por la verdadMuestra

La verdad sobre la motivación

Siempre que cuido niños, a menudo tengo que sobornarlos para convencerlos de que se porten bien. Por ejemplo, si son hermanos les digo que solo pueden comer postre después de la cena si pueden aguantar todo el día sin pelear... La mayoría de las veces, este método funciona y ¡los niños se portan muy bien! Termino el día pensando que hemos progresado mucho con su comportamiento, pero luego, la próxima vez que los miro, están tan fuera de control como antes. ¿Por qué es esto? Es porque esta vez no tenían ningún incentivo para motivarlos. Resulta que, si bien mi sistema de recompensas funcionó bien para mejorar el comportamiento de los niños, no hizo nada para mejorar su carácter.

Tú y yo nos parecemos mucho a esto. A menudo, nosotros también necesitamos recompensas e incentivos para motivarnos a hacer un esfuerzo adicional. No hay nada de malo en una buena dosis de motivación, pero a veces necesitamos revisar nuestro corazón y evaluar de dónde ella proviene. Necesitamos preguntarnos: “¿Estoy trabajando para glorificar a Dios, o solo estoy tratando de hacerme quedar bien?”.

Puede ser muy fácil hacer cosas buenas por razones equivocadas porque, en la mayoría de los casos, ninguna persona externa podría saber si nuestro corazón está o no en el lugar correcto. Sé que me sorprendí varias veces al principio de la universidad haciendo cosas buenas simplemente porque quería gustarles a mis compañeros o porque buscaba la aprobación de mis profesores. Al igual que los niños pequeños a los que cuido, mi comportamiento era bueno, pero mi carácter, y más específicamente, mi integridad, faltaba. La definición de integridad es hacer lo correcto incluso cuando nadie más está mirando. La próxima vez que te desvíes de tu camino para hacer algo bueno por los demás, considera revisar primero tu corazón preguntándote: "¿Estaré dispuesto a hacer esto incluso si nadie más lo supiera?".

Desafío: Lee la historia de la ofrenda de la viuda que se encuentra en Marcos 12:41-44. Considera la pregunta, ¿realmente le estoy dando a Dios lo mejor que tengo para ofrecer como lo hizo la Viuda? ¿O simplemente estoy contribuyendo con lo que sé que se verá bien a los ojos de los demás?