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No le hables a la AnsiedadMuestra

No le hables a la Ansiedad

DÍA 1 DE 3

Todo comienza con una conversación, con un diálogo interno, entre ella y tú, la ansiedad.

La ansiedad no es más que una voz alarmante que anuncia que algo no esta bien, que existe un asunto por resolver; o más bien, una voz que te insta al movimiento.

Hasta el momento, esta voz no representa amenaza a tu estabilidad emocional. Sin embargo pudiera pasar de un simple pensamiento a un diálogo directo con la ansiedad. Provocando un verdadero caos mental, quedando en un estado anímico, extenuante, perturbador, dirigido a la destrucción emocional, por ende, a la vida misma.

Siendo más clínicos, encontramos que el trastorno de ansiedad generalizada (que es del que haré referencia) se caracteriza por una preocupación persistente y excesiva por actividades o eventos, incluso asuntos comunes de rutina. La preocupación es desproporcionada con respecto a la situación actual, es difícil de controlar y afecta la forma en que te sientes físicamente.

En otras palabras la ansiedad no gestionada es un exceso en todos los sentidos. No esta mal pensar, sino sobrepensar. No es incorrecto ser preventivos, sino disponernos a la fatalidad. Nadie puede asegurarnos que no tendremos situaciones difíciles, Jesús mismo nos dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33). La realidad es que enfrentaremos circunstancias complejas, llenas de retos, momentos donde la alarma de la ansiedad se activará, y no pasa nada.

Dios creó nuestras emociones para responder de manera correcta los sucesos de vida. Instaló en la mente esta alarma para alertar y proteger. Lo que Dios no diseño para ti, es que le creas más a la voz de la ansiedad, que a Su propia voz. Finaliza el versículo diciendo: “pero confiad, yo he vencido al mundo” Juan 16:33). Y he aquí la clave.

El diálogo con la ansiedad es vivir entre el pensamiento racional (el plan de Dios para tu vida) e irracional (el plan destructivo del enemigo). Se convierte en un punto catártico cuando todo lo que vivimos le restamos paz y confianza en Dios; y le añadimos preocupación persistente e ideas excesivas. Desencadenando pensamientos desenfrenados que te guiarán a elegir entre el creer o descartar. Dependerá de cuánta conversación le des a la ansiedad.

Recordemos a Eva cuando hablo con la serpiente. Todo aparentaba estar bien en el paraíso. No obstante, esta mujer había identificado algunos detalles faltantes en su vida. Sentía que, lo que tenía no era suficiente. La inquietud por obtener respuestas la llevo a pensar que necesitaba saber, comprender y prevenir todo. Lo que Eva desconocía era que esa inquietud ansiosa daría lugar al evento más significativo del ser humano, la caída del hombre.

La serpiente, astuta y sigilosa, observó una mirada distraída, manos sudorosa, palpitaciones agitadas, cierto desenfoque, voz quebrada, pensamientos incoherentes y dijo: “Este es el momento justo para el diálogo. Es ahora o nunca”.

Todo comenzó con:

“-Y ¿Es cierto que Dios les dijo que no coman de ningún árbol del jardín? -Y la mujer le respondió” (Génesis 3:1-2).

Una pregunta. En el momento preciso. Con la ansiedad de visita y bien acomodada en la mente de Eva; la llevo a sostener un pensamiento de creer que necesitaba algo más. Cuando realmente, Eva ya lo tenía todo en Dios.

Oremos: Dios, reconozco la insuficiencia mental que en ocasiones me agobia. Te pido perdón por las veces que he dado paso al diálogo con la ansiedad distanciando Tu Plan para mi vida. Ayúdame a tener fe a pesar de mis circunstancia y a utilizar las emociones para mi bien, sin que tengan control de mi mente. Amén.

Día 2

Acerca de este Plan

No le hables a la Ansiedad

Dios creo nuestras emociones para responder de manera correcta los sucesos de vida, y la ansiedad no es la excepción. Pero, ¿qué sucede cuando le damos unos segundos más al diálogo ansioso en nuestra mente? En este pla...

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