Vivir renovado: Cuando la historia de tu parto no fue como esperabasMuestra

Dios está en control

Ya que estás leyendo estas palabras, es muy probable que, como yo, hayas experimentado un parto traumático. Puede que no lo llames así, pero estoy segura de que ambas podemos estar de acuerdo en una cosa: las expectativas que teníamos de nuestro parto no coincidieron con nuestra realidad.

Tuve un embarazo relativamente saludable. Mi esposo y yo disfrutamos de todas las cosas típicas de los padres primerizos, como crear un registro, tomar fotografías semanales y decorar el cuarto del bebé. Todo era perfecto, hasta que dejó de serlo.

Después de algunos síntomas preocupantes, mi esposo me llevó al hospital para que me revisaran. Supuse que sería un chequeo de rutina y que nos enviarían a casa. En cambio, después de realizar algunas pruebas, mi enfermera me miró y dijo: “No saldrás de este hospital hasta que tengas a tu bebé”. Solo tenía 32 semanas de embarazo.

Mis pensamientos giraron en espiral. “¿Por qué sucede esto? ¿Qué está mal conmigo? ¿Estará bien nuestro bebé? ¿Estaré bien? ¿Qué hice mal?”

Tal vez tu historia es como la mía y todo estuvo bien hasta un momento que cambió todo, o tal vez tus médicos pudieron advertirte que podrías experimentar complicaciones con tu embarazo o parto. Cualquiera que haya sido tu historia, te pido que recuerdes esta verdad: En los momentos en los que somos arrojados al caos y nuestras vidas se sienten fuera de control, nuestro Dios tiene el completo control.

Jesús nos recuerda esto en el libro de Juan. Él dice: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo" (Juan 16:33 NVI).

En tiempos de grandes problemas, pruebas imprevistas y dolor insoportable, tenemos una opción. Podemos mirar dentro de nosotros mismos en busca de fortaleza, o podemos optar por volvernos hacia nuestro Padre todopoderoso, omnisciente y amoroso. Por nuestra cuenta, siempre nos quedaremos cortos, pero cuando somos débiles, Cristo lleva nuestras cargas y nos fortalece.

Tu experiencia de parto es importante para Dios. Date permiso para reconocer las expectativas no cumplidas y las cosas que no salieron como querías. No necesitas menospreciar lo que pasó solo porque no parece tan malo como la historia de otra persona. Hay suficiente gracia sanadora de Dios para cubrirnos a todos. Su amor no tiene límites.

Dios ve tu dolor. Él está sentado contigo en medio. Él escucha los gritos en lo profundo de tu corazón, incluso los que ni siquiera puedes expresar con palabras. Tus miedos, preocupaciones y angustias. Los pensamientos secretos que no quieres que nadie sepa, puedes llevárselos a Dios porque nada lo asustará. Él te quiere ayudar. Él te está esperando pacientemente. ¿Lo dejarás entrar?

Dios, te agradezco que me veas y que conozcas el dolor de mi corazón. Estoy dolida y confundida. Necesito la ayuda y sanación que solo Tú puedes traer. Puede que no sepa por dónde empezar, pero te invito a mi dolor. Por favor, ayúdame a apoyarme en Ti en mis momentos de desesperación. Dame la fuerza para superar esto. En el nombre de Jesús, amén.