El Escándalo Del CristianismoMuestra

El escándalo de la ignorancia

Gran parte de los aspectos en que la Iglesia llega a convertirse en un escándalo para el mundo, tiene que ver en el fondo con esta deficiencia: la falta de conocimiento por parte de sus miembros. Conocimiento de Dios y de la Biblia, por supuesto, en primera instancia. Pero también conocimiento de todo tipo.

Debemos reconocer que hay un significativo y tal vez mayoritario número de cristianos que se ajustan, a nuestro pesar, a esta caricatura y refuerzan esta imagen negativa del cristianismo. De tal manera que habría que admitir que el grueso de la Iglesia sí ha encajado muchas veces, de manera lamentable, en este estereotipo.

No se trata de sustituir la confianza en Dios que la fe implica por conocimiento, como si la fe únicamente fuera posible para quien pueda dar cabal y completa explicación racional de ella y responder con toda la solvencia a los ataques que se formulan contra ella desde ciertos reductos de la filosofía y desde la postura dominante de la ciencia moderna. Se trata, más bien, de no ofrecer espectáculos deplorables.

La simple buena intención unida al mero hecho de la conversión, no capacitan automáticamente y sin más al creyente para pontificar con autoridad y credibilidad sobre lo divino y lo humano. La Biblia fomenta en el creyente un sano escepticismo, en el sentido etimológico del término. Porque etimológicamente la palabra “escéptico” deriva de “examinar”, de donde, como lo sostiene Fred Heeren: “si a un escéptico lo definimos como aquella persona que examina cada creencia en vez de dejar a otros que piensen por él, tenemos un escepticismo sano que se aviene tanto con la ciencia como con la Biblia”.

En efecto, la Biblia promueve en el creyente el ejercicio de un saludable escepticismo o capacidad de examen. Que sirva de salvaguarda para no convertir la sana y auténtica fe en credulidad supersticiosa e irracional, advirtiéndonos para no dejarnos llevar, entre otros, por enseñanzas engañosas, por tradiciones humanas sin fundamento, por maestros fraudulentos, o por nuestras propias emociones desbordadas.