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DEMASIADO BUENO PARA SER MENTIRA

El efecto de los rumores es legendario. De ellos han nacido las más prolíficas mitologías. El proceso es sencillo, basta con decir algo interesante que alguien hizo (no importa quién) y asegurar que tenemos un amigo de un amigo (de confianza) que fue testigo. El resto es sentarse a esperar. A la vuelta, la historia te la cuentan como si fuera el amigo del amigo de otro (con muchos matices). No son dignas de descrédito, porque nadie considera que vayan a tener el poder de desestabilizar un sistema.

El caso deJesús es diferente. Los que hablaban eran quienes habían tenido una relación directa con él y con los hechos. Lo que decían era, por mucho, de suma importancia para la humanidad pero muy peligroso para los que ostentaban autoridad ¿Alguna vez has sentido la urgencia de decir algo que sería muy benéfico para alguien? No obstante, lo más probable es que no genere controversia, sino alegría. Pero si la vida se nos fuera en ello ¿lo diríamos?

Este era el caso de Pedro y Juan, amenazados, acusados por anunciar el evangelio de Jesús. Lo que está en juego es demasiado relevante: la vida o la muerte ¡y eternas!. Pero, ¿qué los movía? Aparentemente, lo que vieron en el Señor era suficientemente fuerte , así como lo que vivieron con él. Tanto como para decir, frente a las amenazas de muerte: “no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hch. 4:20)

A veces, nosotros, hemos callado demasiado. Si es así, tal vez no hemos visto a Jesús lo suficiente, o con suficiente cercanía. Quizá no somos testigos (a eso fuimos enviados) sino anunciantes de la noticia como segunda fuente: lo que le pasó a alguien, lo que predicó otro más, lo que me contaron… lo que le pasó al amigo de un amigo.

Acerquémonos lo suficiente a Cristo como para poder hablar con certeza. Busquemos tantos detalle de él como nos sea posible. Vivamos tan íntimos con el Espíritu Santo, que lleguen a reconocer su impronta en nosotros. Sólo así, su verdad será tan fuerte en tu interior, que callar no será una opción. Eso, mi amigo y amiga, es lo único que puede cambiar al mundo.

En estos días, vamos a reflexionar sobre lo que estos discípulos vieron de nuestro Señor. Si ellos pudieron, nosotros lo veremos también.

“Queremos ver de ti, Señor, lo que vieron tus primeros discípulos; para que cuando quisiéramos callar, sea imposible; porque hablaremos lo que ha cambiado nuestras vidas.