Paz en Cristo Muestra

El don que continúa dando

En la carta de Pablo a los Filipenses, aprendemos que la mente de Cristo es una mente de sacrificio desinteresado hacia su cuerpo. Una de las formas en que podemos ver esto mejor representado es en el acto de dar y recibir.

Pablo elogia a los filipenses por crecer en el dar, no solo porque fueron los únicos que enviaron a Pablo recursos para satisfacer sus necesidades o porque enviaron personas para ministrarle, sino porque ellos sabían que esto daría mucho fruto.

Su generosidad mostraba dónde estaba su corazón. Los filipenses sabían que Pablo seguía difundiendo el evangelio en la cárcel. Por lo tanto, no solo daban al obrero, sino también a la obra de Dios.

A través de sus experiencias, tanto buenas como malas, Pablo aprendió a estar contento sin importar las circunstancias. Supo ser humilde y tener abundancia. ¿Cuál era su secreto? Cristo, quien lo fortaleció.

Tanto la pobreza como la riqueza nos plantean la tentación de dejar a Dios de lado en pos de la autosuficiencia. Mientras que el camino secreto hacia la satisfacción es Cristo mismo, que nos hace divinamente suficientes, pues podemos tener satisfacción porque Cristo, el que todo lo satisface, está con nosotros.

Dar y recibir es un ciclo que crece constantemente. Cuando damos desinteresadamente, obtenemos alegría, paz y satisfacción. Cuando recibimos, lo que obtenemos es para satisfacer nuestras necesidades y para que lo compartamos. Y cuando compartimos, recibimos más, entonces damos y recibimos más para compartir, y así sucesivamente.

La participación en este ciclo se acredita en nuestra cuenta en el cielo, donde produce recompensas eternas que duran para siempre. Esto es lo que significa trabajar en nuestra salvación: invertir en un fruto que abunde en ambos lados de la existencia.

Apoyar su obra en esta tierra es un sacrificio agradable. A la iglesia generosa y fiel se le promete que todas sus necesidades serán suplidas en abundancia. ¿Somos una iglesia que se caracteriza por dar y recibir sin límites? Al participar desinteresadamente en ese ciclo, experimentamos el fortalecimiento de Cristo; maduramos espiritualmente, aprendemos a estar contentos y producimos una acción de gracias interminable.

Señor, te agradecemos que, a través de nuestras experiencias, nos has convertido en lo que somos. Tu mayor deseo es ver crecimiento espiritual en nuestras vidas. Permítenos entender y participar en el misterio de dar y recibir desinteresadamente para tu gloria.