El Secreto Está en La ComuniónMuestra

¿Qué Puede Secar Nuestra Comunión?

El espíritu siempre está dispuesto, pero la carne es débil. Un lago se seca poco a poco, no de un momento a otro; así mismo, nuestra comunión con nuestro Padre y con su Hijo Jesús, se puede ir secando poco a poco, cuando damos lugar e importancia a otras cosas que solemos poner por encima de la voluntad del Señor para nuestra vida y tenemos que ponernos en alerta e identificar qué es lo que puede estar sucediendo en situaciones como estas:

1. ¿Qué puertas han sido abiertas? Debemos identificar qué distractores pueden estar convirtiéndose en nuestro foco de atención; qué cosas pueden estar robándonos el tiempo que le pertenece al Señor y qué es lo que nos puede llevar a correr el riesgo de dejar de intimar en oración, en la meditación de la Palabra y en la búsqueda de la presencia de nuestro Padre. Quizá pueden haber ídolos que están siendo levantados, los cuales hay que empezar a derribar.

2. El pecado también nos puede secar. Nadie puede decir que no peca; sin embargo, cuando pecamos sabemos que tenemos un Abogado ante Dios, a Jesús. No podemos dar lugar a la culpa y la condenación cuando escrito está que Él nos perdona, nos limpia y nos permite avanzar en libertad. Debemos arrepentirnos, recibir el perdón y avanzar en obediencia; no dar lugar a que la indignación se convierta en una justificación para alejarnos de la presencia de Dios.

3. El enemigo nos puede estar atacando. Todo el tiempo, el enemigo hace lo posible para debilitarnos y hacernos menguar en nuestra fe, sus ataques pueden ser directos o indirectos. Algunos de esos ataques pueden estar relacionados con el primer y segundo punto, a través de la tentación; sin embargo, otros de sus ataques pueden ser más específicos, por ejemplo: a través de una enfermedad, de una crisis económica, de personas a las que domina a través de su maldad, etc. No podemos dejar a un lado sus artimañas, debemos estar alertas y confiar que en el poder del Espíritu Santo vamos a tener victoria sobre sus embates.

Dios nos ha dado autoridad a través de su Hijo Jesús, sobre la carne, la tentación, el pecado y el enemigo; su Espíritu es nuestra garantía, su poder nos fortalece y nos permite permanecer firmes en la fe. Sin embargo, debemos hacer nuestra parte y perseverar en obediencia, con pasos firmes que garanticen nuestra dependencia de Dios para permanecer siempre aferrados a Él y sus propósitos en Cristo Jesús.