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Construyendo HumildadMuestra

Construyendo Humildad

DÍA 4 DE 7

“Bienaventurados los pobres en espíritu (humildes), pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).


Las personas que son pobres en espíritu están conscientes de su posición desesperada y dependen completamente de la misericordia y bondad de Dios.


La humildad: reconocer lo que somos, sin exagerar ni minimizar


La humildad, a su vez, puede tener dos interpretaciones: (1) una actitud de modestia, respeto, deferencia (una característica positiva); o (2) una actitud de poco valor, insignificancia, sometimiento y de inferioridad (una característica negativa).  En el contexto que lo refiere el rey Salomón se refiere a mansedumbre, modestia y autenticidad. La humildad no es despreciarnos, ni tener una pobre opinión de nosotros mismos, sino más bien el conocimiento y la estimación verdaderos: fortalezas y limitaciones. C. S. Lewis lo expresó de la siguiente manera: “La humildad no es pensar menos de ti mismo, es pensar menos en ti mismo”. La humildad nos lleva, pues, a tener una adecuada evaluación y valoración de nosotros mismos. “La humildad es hacer una estimación correcta de uno mismo” (Charles Haddon Spurgeon). 


La cultura actual promueve el deseo de ser reconocido, de sobresalir, de ocupar los primeros lugares, de recibir honra y alabanza. Poco se habla hoy de cultivar una actitud de humildad. Para algunos la humildad es sinónimo de desvalorización, de debilidad de carácter, algo servil o despreciable. Por el contrario, la humildad refleja fuerza de carácter y dominio propio; seguridad y autoestima positiva. La humildad va unida al respeto por la persona que somos. En ese sentido, dice Robert Brault: “Pocos son humildes, porque se necesita una autoestima que pocos poseen”. Elizabeth Skoglund lo resume: “La verdadera humildad es simplemente una ausencia de concentración en la propia persona; y significa que mientras me aprecio y acepto a mí mismo, no necesito demostrar excesivamente mi valía ni a mí ni a otros”.


La persona humilde tiene conciencia de sus habilidades y capacidades propias, y como no tiene nada que demostrar, está más abierta a aprender y a reconocer sus errores, así como a apreciar el valor de las otras personas. La persona humilde reconoce su falibilidad, y como tal, está dispuesta a oír las opiniones de otros y retiene las mejores. 


La humildad es contraria a la soberbia, la altivez y la arrogancia, propias del orgullo. El orgullo es una estimación poco honrada de uno mismo y constituye en el fondo un intento desesperado de una persona que se siente desvalorizada, por escapar de sus sentimientos de inferioridad. La persona orgullosa no admite errores, ni ser corregido ni ser enseñado. Le cuesta además ver los méritos en otros. La persona humilde, por el contrario, permanece enseñable y abierta a la crítica constructiva. Y como es capaz de ver los atributos positivos en otros, deja ser ellos mismos a otros. 







Escrituras

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Acerca de este Plan

Construyendo Humildad

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Nos gustaría agradecer a Arnoldo Arana por brindar este plan. Para mayor información por favor visite: https://vidaefectiva.com/

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