El Misterio De Los Magos Muestra

  Regalos para un Rey

  El Antiguo Testamento declaraba que gentiles de todo el mundo irían ante el Mesías llevando regalos, incluyendo oro y mirra (Salmos 72:10-15; Isaías 60:1-6). Cuando los Magos del oriente visitaron a Jesús, cumplieron en parte esta profecía. Las naciones le mostraban sus respetos al gran Rey judío, llevando oro, incienso y mirra para honrarlo. Estos regalos tenían un poderoso significado profético.

El oro tenía un gran valor en tiempos de Jesús, igual que lo tiene en la actualidad. Habría sido una bendición financiera maravillosa para campesinos, pero además de su uso práctico tan obvio, el oro era un regalo para los reyes, y los Magos habían llegado para conocer al mayor Rey de todos. El Mesías que Daniel anunció iba a ser un gran Rey que gobernaría sobre toda la tierra. No es extraño que los Magos tuvieran ganas de conocer al Mesías judío y honrarlo con oro.

El incienso y la mirra son comestibles y fragantes y tienen múltiples propósitos, siendo medicinales los más prácticos. La razón más obvia por la que se hicieron estos regalos a un niño era para tratar cualquier enfermedad o herida potenciales. Los Magos no habían llegado simplemente para presentar sus respetos por reverencia obligada, pues fueron regalos sinceros que mostraban cuidado y amor.

El Mesías anunciado por Daniel y esperado por estos Magos era claramente una persona extraordinaria. De hecho, no se le podía considerar en absoluto un mero mortal, pues la persona descrita por Daniel no era nada menos que un Dios-hombre. Daniel lo llamó “el Hijo del Hombre”, un título que Jesús usaba con frecuencia para sí mismo, identificándose a la vez como humano y divino. De algún modo, los Magos entendieron que Jesús era más que un hombre e incluso más que un rey. No habían llegado meramente para estimar a un gran rey, sino para adorar al único y eterno Hijo de Dios.