Vibrante: Una vida con vocaciónMuestra

Nunca tendrás una vida vibrante ni abundante si continuas luchando con el mandamiento de amar a las personas que Dios colocó en tu vida.

Cuando te animo a amar a las personas con el amor que Cristo ha puesto en ti, mi sombrilla extragrande abarca personas difíciles, disfuncionales, diferentes, desagradables y pecadores impenitentes. Sin embargo, el amor es, a menudo, resistente y siempre llama a las personas a un comportamiento semejante a Cristo.

La triste verdad es que algunas personas son más difíciles de amar que otras, ¿o no? Si no has tenido que estirar tu músculo de amor para amar a una persona difícil, ¡entonces no sabes realmente lo que es el amor! Con frecuencia recuerdo que yo fui una persona difícil a quien el Padre decidió amar … y el milagro de milagros, ¡Él sigue haciéndolo! ¡Él me ama en mis peores momentos y nunca me suelta! Me amó incluso cuando yo era un desastre y el amor continua.

El cristianismo comienza y termina en nuestro amor por Dios y por los demás. Siempre se trató y siempre se tratará del amor. La profundidad del amor de Dios siempre se refleja en la manera en que tratamos a los demás. El amor que mostramos a otros nace del amor que Dios ha derramado de manera generosa, incondicional y sin egoísmo sobre nosotros. Somos un pueblo tan lleno hasta rebosar del amor de Dios que el amor es la única respuesta posible que podemos tener. Dios me ama total e irrevocablemente; Su amor por mí no se basa en mi conducta ni respuesta hacia Él. Ya que soy la vasija de barro que ha sido atrapada en la lluvia del amor del Padre, ¡no tengo otra opción que permitir que ese amor te salpique!

El amor es el punto de partida, el eje, la meta para quienes decidimos caminar en la Luz de Cristo. Podemos discernir si una persona camina en la Luz de Cristo por este aspecto revelador en su vida. No es posible decir que odiamos a alguien y declarar también que amamos a Dios. No puedes tener uno sin el otro. Amar a las personas y a Dios es indivisible.