Los hijos... ¡grandes maestros!Muestra

Día 4

Lo que aprendí acerca de la independencia supervisada

A medida que nuestros hijos crecen se van haciendo más independientes y verlos convertirse de bebés a niños es un proceso hermoso y divertido. Cuando ellos comprenden que son seres independientes, con sus propios gustos y decisiones, comienza una aventura.

La independencia favorece una alta autoestima. Como padres queremos lo mejor para nuestros hijos, así que debemos fomentar en ellos la independencia, según su etapa. Si no lo hacemos por iniciativa propia, ellos la solicitarán por instinto. Los niños van reclamando su autonomía según van creciendo y para ellos es sumamente saludable que seamos consientes de ello y les ayudemos en el proceso.

Los padres somos sus modelos de vida y nuestro deber es lograr que mientras ellos alcanzan su independencia, cuenten con nuestro cuidado y supervisión. El deseo de independencia de los niños y el querer demostrar que pueden hacer cosas por sí mismos es tan grande que como padres a veces tenemos un gran reto que debemos enfrentar con mucha sabiduría. Los expertos recomiendan a los padres trabajar con los límites en lugar de las prohibiciones. Una prohibición es una pared que se pone en frente para impedir cualquier cosa. Un límite es un margen entre dos paredes para que encuentres tu lugar en ese espacio. La primera inmoviliza. La segunda deja una parte para la libre elección, al uso de la voluntad y el autocontrol. Así que en lugar de poner prohibiciones a nuestros hijos, mejor pongamos límites.

Así mismo es Dios con nosotros, quien nos permite vivir nuestras vidas bajo su supervisión, que por amor nos ha puesto límites que debemos respetar y en el proceso de obediencia aprender a auto controlarnos para desarrollarnos en Él y para Él.

Muchas veces queremos que un niño se comporte como un adulto y en el proceso no lo dejamos ser lo que es: un niño. Aquello que tanta ternura, emoción, sorpresa, alegría y risa da a nuestra vida, lo queremos transformar en algo que no es. 

De igual manera, nosotros somos independientes bajo la supervisión de Dios. Tenemos libertad para tomar decisiones, pero al mismo tiempo tenemos la responsabilidad de conocer cuál es la mejor decisión.

Nuestra libertad o independencia en Cristo nos da una estructura y autoestima saludable. Somos bendecidos con toda bendición en lo espiritual y lo natural. Somos hijos de Dios comprados a precio de sangre, salvados, perdonados, sanados, partícipes de la herencia de Jesucristo, llenos de paz y gozo.