La NoviaMuestra

Tú eres la Iglesia

Es muy frecuente escuchar frases como: “¿A qué iglesia vas?” o “La iglesia a la que voy está en tal lugar”, generalmente haciendo referencia al espacio físico en el que los creyentes nos reunimos para alabar a Dios y recibir el mensaje por medio de su Palabra. Sin embargo, cuando encontramos en la Biblia el término “iglesia”, no tiene el mismo significado.

Se ha vuelto habitual que cada domingo, durante los servicios en nuestra congregación, repitamos la frase: “Tú no vienes a la iglesia, tú eres la Iglesia”; y obviamente, esta no es una simple frase. Al ser hijos de Dios por medio de Jesucristo, ser Iglesia es nuestra identidad. 

Alrededor del mundo, los cristianos tenemos templos físicos para congregarnos, grandes y pequeños, algunos propios, otros rentados para cada servicio, unos muy bien equipados y otros bastante sencillos.

Sin embargo, aún más importante que todos ellos es el templo que el apóstol Pablo menciona en la Biblia: todos y cada uno de nosotros los creyentes, a quienes nos llama “templo de Dios” (1 Corintios 3:16 – 17), y es en este “templo” en el que habita su Santo Espíritu. ¡Qué maravilloso! Somos morada del Espíritu del Gran Yo Soy. Él ha hecho su hogar en nosotros y ahora somos “su templo sagrado”.

Hemos sido llamados por Dios para vivir en comunión con su Hijo Jesucristo (1 Corintios 1: 9) y, al haber aceptado ese llamado, estamos unidos a Él. Hemos sido apartados para Dios y ahora somos su familia, bautizados por un mismo Espíritu (1 Corintios 12: 13) y miembros de un solo Cuerpo, cuya cabeza es el mismo Hijo de Dios (Romanos 12: 2 – 5). Por lo tanto, tú, yo y todos los que le hemos recibido “somos la Iglesia”.

Como Iglesia, miembros de un mismo Cuerpo, nos reunimos para:

• crecer juntos en amor y en armonía, fortaleciéndonos en el Señor;


• aprender la Palabra y nutrirnos de ella, estudiándola y compartiéndola;


• alabar a nuestro Padre por quién es Él, entregándole nuestras vidas por completo y derramando nuestros corazones a sus pies;


• gozarnos en su Presencia y agradecerle por habernos llamado para ser sus hijos.


• orar los unos por los otros y animarnos mutuamente, ayudándonos en nuestras dificultades.

De esta forma avanzamos, permitiendo que su Vida, la vida de Cristo, crezca en la nuestra para ser cada vez más como nuestro Señor (Efesios 4: 15).

Somos millones de creyentes distribuidos por todo el planeta; como en una familia, cada uno distinto al otro y muy único en sus características individuales, pero todos unidos por el amor a un mismo Padre y reunidos en su nombre.

Y, así no sea en un lugar físico como ahora, a causa de la pandemia, tenemos la certeza de que Él está con su Iglesia (Mateo 18: 20), tú eres su Iglesia.

María Teresa Valda
Ministerio de música - Jazôn