Puertas EspiritualesMuestra

La Puerta del Discipulado.

La Biblia es sorprendente; una de sus maravillosas revelaciones es descubrir la forma en que Dios usa a frágiles seres humanos con propósitos eternos. Vemos que Dios no siempre ha llamado a los más santos, los más fuertes o devotos para ser sus discípulos. De hecho, las escrituras aseguran que las personas a las que el mundo considera menos importantes en algunas oportunidades son las que Dios elige para cambiar los “estándares” actuales y establecer Su Reino.

Si bien es cierto que todos somos convidados a pasar por las puertas de la misericordia de Dios, aquellos que somos llamados al discipulado comprendemos con el tiempo que ser seguidores de Cristo es llegar a ser como Jesús, es decir, de alguna forma estar dispuestos en algún momento a perder la vida para encontrarla, pues no existe Cristianismo sin la Cruz.

La verdad es que no todos serán llamados a una renuncia radical como en el caso de Abraham, Juan el Bautista, Pablo de Tarso, los primeros discípulos e incluso el joven rico que se acercó a Jesús. Otros podrán de alguna forma amar a Jesús y seguir con sus vidas de forma natural como en el caso de Lázaro y sus hermanas, la suegra de Pedro e incluso el hombre que Jesús liberó de una legión de demonios.

Por otro lado, otros se privaron del disfrute de la compañía y discipulado del maestro, como en el caso de Nicodemo y José de Arimatea, porque amaron más las estructuras religiosas que el escuchar de primera mano la auténtica palabra de Dios, el verbo hecho Hombre.

Sí, lo sé, a muchos de nosotros la vida nos ha traumado tanto que en algunas oportunidades la simple supervivencia de un día a la vez por momentos se ha convertido en nuestro único enfoque y dejamos de lado las huellas del Maestro.

Pero hoy quiero recordarte querido amigo que hay varios grados del discipulado y que Dios está complacido contigo pues Dios, en Jesús, no espera de ti más de lo que puedes dar, al menos por ahora.

A María le bastó estar a los pies de Jesús para recibir el Reino, a Marta le bastó servir la mesa para cenar con el Rey de Reyes, y a ti y a mí nos basta recibir y apreciar Su gracia para honrar Su presencia.

Al final, tal vez alguien te pregunte: ¿Y cómo estás hoy? Bueno, te animo a que respondas: ¡Aquí voy, siguiendo al Maestro por la gracia de Dios! Que no es otra cosa que abrir las puertas de tu vida, al igual que Zaqueo las abrió a la Salvación de Dios.

"Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.

Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham." 

(Lucas 19:1-10).