Dios Siempre Está Con NosotrosMuestra

Dios, en todo tiempo

Los días cambian y tal vez hoy no es igual que el día de ayer y puede ser que mañana sea totalmente distinto al día de hoy. Sin embargo, Jesús prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Por tanto, no se trata de que veamos a Jesús en nuestros días buenos solamente, se trata de que nuestro corazón esté convencido de que, no importa cuáles sean las circunstancias de nuestro presente, su promesa aplica a todos nuestros días. Por su infinita gracia y por su gran amor con que nos ha amado, Él nos ha dado su Espíritu Santo, quien está con nosotros para siempre. Jn. 14:6 ¿No es maravilloso saberlo? Él está con nosotros siempre, no tenemos por qué desmayar. Él es nuestro Dios que nos esfuerza, Él siempre nos ayudará y nos sostendrá, su mano estará siempre sobre la nuestra. 

El rey David, en el tiempo de su vejez, le pidió al Señor que fuera su roca de refugio, a la que pudiera acudir en todo tiempo. Sal. 71:3 Desde joven, este hombre de Dios, tenía una relación muy íntima con Jehová su Pastor. Le había visto darle la victoria sobre su propia pecaminosidad, sus debilidades, sus luchas y temores. Este es el hombre que le dice a su Dios, que es su fortaleza y su castillo.  Sal. 18:1-2 David sabía que podía recurrir a la roca de su refugio continuamente. Pero seguía orando y pidiéndole a su Dios que tuviese siempre un espacio para él. 

Los que somos hijos de Dios tenemos el camino abierto hacia la roca de refugio a la que siempre podemos recurrir. Cristo es nuestra roca. Es tan maravilloso saber que podemos llegar ante la Roca inconmovible de los siglos, la roca eterna que nunca cambia, la fortaleza de los siglos. Is. 26:3-4  Podemos llegar con nuestra debilidad y nuestras flaquezas, con nuestras dudas y temores para encontrar al que nos fortalece y nos inunda con la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Vers. Jn. 14:6; Sal. 71:3; Sal. 18:1-2; Is. 26:3-4

Oración

Padre, te agradezco tanto el que me permitas llegar a ti continuamente. Me gozo en saber que tu fortaleza compensa mi debilidad y que tu paz desplaza mis temores. Tengo la libertad que Cristo ganó para mí en la cruz, de acudir a ti confiadamente y descansar en tus brazos de amor y misericordia. Gracias mi amado Salvador.