Los silencios de DiosMuestra

Cuando Dios guarda silencio

¿Ha pasado usted por la desconcertante, desalentadora y agotadora experiencia de acudir a Dios en medio de una gran necesidad (crisis económica, enfermedad crónica, fuerte oposición de sus enemigos, conflicto familiar agravado, etc.), sintiéndose menesteroso y afligido, y experimentar el silencio de Dios, y percibir como pasa el tiempo, y la respuesta anhelada no llega? ¿Siente que a veces Dios no le escucha, le ignora o guarda silencio ante su aflicción y necesidad?

¿Cómo gestiona usted el silencio de Dios? 

Cuando Dios hace silencio, ¿se molesta con Dios, se descorazona y desanima, se abate? ¿Siente que Dios no se ocupa de usted, o peor aún, que Él le ha abandonado? ¿O, por el contrario, se quebranta, se humilla, se contrista espiritualmente, se sensibiliza a la voz de Dios y su presencia, se centra en Dios y se acerca más a Él, y se fortalece y afirma en Él?

Uno de los desafíos más difíciles de procesar y enfrentar en la vida de fe, son los silencios de Dios. En esos momentos podemos sentirnos perplejos, desesperanzados, confundidos, abrumados, con incertidumbre, con temor o rabia, y aun con dudas en la fe. Esa fue, en múltiples ocasiones, la experiencia del rey David, quien atravesando por grandes necesidades y padeciendo fuerte tensión y aflicción, sintió que Dios no le oía, que permanecía impasible e indiferente al drama y la crisis que estaba atravesando. “¿Hasta cuándo, Dios? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?” (Salmo 13:1).

Esa fue también la experiencia del profeta Habacuc: ¿Hasta cuándo, oh Señor, clamaré y no oirás? (Habacuc 1:2). Es una experiencia debilitadora acudir a Dios en oración en medio de una gran necesidad, y clamar a Dios desde lo más profundo del corazón, y no recibir, aparentemente, respuesta de Dios, al punto de creer que Dios ni siquiera le está escuchando o le está ignorando.