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Manifestando el propósito eterno

DÍA 4 DE 5

Operamos en el sacerdocio eterno


Los hijos de Dios que caminamos en el propósito eterno, y que operamos en este tiempo, tenemos que entender que nuestra función no es declarar la maldad ni la ira de Dios sobre el mundo ni la ruina venidera, esto no es lo que predicamos.


Nuestra orden es proclamar que la tierra será llena de la gloria de Dios, declarar la paz y la reconciliación que ya tenemos en Cristo. Es un sacerdocio según la orden de Melquisedec. Cuando Melquisedec hablaba y ministraba en su función, daba bendición y paz. 


Cuando Abraham regresaba de pelear con los reyes que habían despojado a su sobrino Lot, los derrotó y recuperó todo. En el valle de Savé del valle del Rey, se le presenta Melquisedec, quien se reveló como el rey sacerdote de Salem y lo bendijo. ¿Cómo lo hizo? Declaró la palabra (le habló y le recordó quién era, le recordó la promesa de Dios sobre su vida) eso es bendecir, en eso consiste la bendición. 


El sacerdocio según Melquisedec no condena, es un sacerdocio que declara la justicia de Dios. Melquisedec no salió al encuentro de Abraham diciendo: «Mira, tu sobrino vivía cerca de Sodoma, seguro que vive en pecado». Tampoco vio a Abraham y le dijo: «Cuéntame tus maldades, confiésame tus pecados». Todo lo contrario: le dio de comer, le dio vino y lo declaró justo y bendecido en el propósito eterno. 


Su sacerdocio no tenía genealogía ni credenciales. En el orden de Melquisedec, nuestra procedencia terrenal no tiene ninguna importancia. Él no se presentó delante de Abraham con nombre y título para mostrar su legitimidad. Abraham lo vio y lo reconoció como sacerdote. Se sometió a él y este lo bendijo. 


Nuestra identidad está basada en Dios. Nacimos de Dios, Él nos predestinó, nos llamó; nuestra genética natural no es la que gobierna lo que hacemos; nuestra cultura no gobierna lo que hacemos, porque tenemos la mente de Cristo.


El orden de Melquisedec no tiene altar ni utensilios, tiene palabra de bendición que afirma la verdad presente y declara lo que eres en Dios y bendice según el orden de Melquisedec: en la gracia de lo eterno y de lo perfecto


El orden de este sacerdocio es eterno. Siempre existió, antes de la ley, durante la ley y después de la ley. Por eso, hombres como David que no pertenecían al orden Levítico, operaban bajo un orden diferente, no basado en el orden establecido por la ley. Recordemos, por ejemplo, cuando David comió de los panes y levantó el tabernáculo en Sión, donde puso el Arca. David operaba en el orden eterno del sacerdocio de Melquisedec que, en sombras, estaba anunciando las realidades del pacto eterno.


Las estructuras religiosas y normas humanas cambian, pero los principios que operan en el sacerdocio de Melquisedec son eternos. Como hijos de Dios y ministros del Altísimo Dios, nosotros operamos según el sacerdocio eterno. Declaramos que los que han sido reconciliados con Dios son perfectos en Cristo, ya que ninguna condenación hay para quienes han sido justificados por la fe en la obra de Cristo. 

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Acerca de este Plan

Manifestando el propósito eterno

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Nos gustaría agradecer a American Bible Society / El Centro Network por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.americanbible.org/

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