Dolor en el liderazgoMuestra

Día Tres: El Privilegio del Liderazgo 

Abordar y lidiar con los motivos del dolor en el liderazgo es parte de la solución. Solo podremos elevar nuestro umbral de dolor si profundizamos la gratitud en nuestros corazones. Un corazón agradecido es la respuesta adecuada a nuestra percepción de la generosidad y la bondad que ha sido extendida a nosotros. Agradecerle a Dios por su amor, poder y sabiduría, sin importar cómo y cuándo El nos guía, renueva nuestra esperanza, alivia nuestra carga y deposita acero en el alma.

Pocos son los líderes que han caído tan fuertemente, y públicamente, como Pedro cayó. Una de las conversaciones más conmovedoras en la Biblia ocurrió poco después de la resurrección. Jesús le preguntó tres veces, “¿Me amas?” Jesús no estaba siendo cruel sino profundo, amable y lleno de gracia. El sabía que la restauración solo podía tomar lugar en absoluta honestidad. Este sensible y doloroso momento fue un acontecimiento importante en la vida de Pedro. Cuando el habló del maravilloso perdón de Dios, el hablaba por experiencia.

Las cartas de Pedro fueron escritas para las personas que eran extraños y quienes habían sido esparcidos por la persecución. ¿Qué necesitaban ellos escuchar? ¿Qué necesitaba su líder para liderarlos en medio de una etapa de dolor y confusión? Pedro les dio una identidad nueva fundamentada en la gracia. Bien sabemos que eran personas desterradas, huyendo por sus vidas y que apenas podían sustentar a sus familias, pero Dios tenía una perspectiva muy diferente de ellos: ellos eran los reyes y reinas, sacerdotes que representaban a Dios ante el pueblo y al pueblo delante de Dios, y profetas que proclamaban la gracia de Dios al mundo.

Cuando nos damos cuenta del privilegio abrumador que es ser llamados hijos de Dios, y el maravilloso privilegio de ser llamados por Él a cuidar de aquellos por quién Él murió, adoptamos una perspectiva diferente del dolor, cual sea el motivo. El agotamiento, el sentido de derecho y la autocompasión carcomen nuestro umbral de dolor, pero un sentido fresco del privilegio que es la gracia, nos eleva al cielo. Y con eso nos sentimos seguros, y con eso, podemos soportar y perseverar.