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[Serie Máximo Gozo] El fruto de la comunión

DÍA 3 DE 8

Raíces y fruto–el hijo del Diablo 


¿Alguna vez has visto un manzano que produzca naranjas? Estoy seguro de que tu respuesta es no. No es parte de su naturaleza. Como hemos visto anteriormente, lo natural se asemeja a lo espiritual. Así como una semilla física no puede producir algo fuera de su código genético, la semilla de Dios no puede producir algo contrario a Su naturaleza. El apóstol Juan comparte un mensaje poderoso y profundo que puede ayudarnos no solo a comprender mejor nuestra naturaleza en Cristo, sino también a identificar y estar conscientes de la obra del Diablo.


El hijo del diablo no puede producir fruto divino: “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo” (3:8 NVI). Esta es otra forma de decir que las raíces satánicas producen fruto satánico. Alguien que está haciendo las obras del Diablo debe tener una naturaleza dentro de él como la del Diablo.


Creemos que este fue uno de los resultados de la caída; es la naturaleza pecaminosa heredada de Adán. No se le dio a Adán al nacer, pero de alguna manera, la elección personal de pecar retorció su composición, y esta naturaleza pervertida se transmitió a la raza humana a través de su semilla (Salmo 51:5). Por esta razón, el incrédulo no puede evitar producir las obras (fruto) del Diablo; está en su naturaleza. 


Un hijo de Dios no puede permanecer en pecado. Esto es lo que Juan dice en 3:9: “Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios” (NVI). Estoy seguro de que en este punto podrías estar diciendo: “Espera, todavía peco, ¿significa esto que no soy un hijo de Dios?” Este pasaje puede entenderse mejor en paralelo a las declaraciones de Pablo en Romanos 7:14–25. El mal que hago lo hago yo, pero no realmente; es hecho por mi naturaleza pecaminosa. Entonces, el bien divino que yo hago no lo hago yo; es hecho por mi naturaleza divina. Ambas naturalezas residen en el hijo de Dios simultáneamente. 


Sin embargo, una nueva criatura en Cristo (2 Corintios 5:17) sabe que cuando a sabiendas comete un pecado, no está actuando de acuerdo con el cambio que tuvo lugar cuando nació de nuevo. Como él tiene la mente de Cristo, actúa en armonía con su nueva identidad. Tendemos a actuar de acuerdo con la forma en que nos vemos a nosotros mismos, por eso es fundamental entender quiénes somos en Cristo.


Como hijos de Dios, hacemos visibles, o manifestamos, quiénes somos realmente cuando producimos justicia divina. Por el contrario, cuando pecamos estamos escondiendo la gloria de Dios. Entonces, recuerda quién eres. Fuiste creado para la gloria de Dios, así que manifiesta a Dios en tu hogar, en el trabajo, en la escuela, en el gimnasio. Dondequiera que estés, manifiesta quién eres realmente como hijo de Dios. Manifiesta la gloria de Dios. Como dijo Juan Calvino, "La responsabilidad del cristiano es hacer que el mundo invisible sea visible".

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Acerca de este Plan

[Serie Máximo Gozo] El fruto de la comunión

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Nos gustaría agradecer a Grace School of Theology por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.gsot.edu/center/

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