Venciendo la depresiónMuestra

         Crecí escuchando el viejo refrán: "palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca me dañarán".

        ¡Qué mentira! Los niños en la escuela siempre reían de mí porque era del campo. Se burlaban porque no teníamos fontanería dentro de la casa. A veces, mi sobrenombre era "lavabo exterior."

       Se reían de mí porque era alta y delgada para mi edad, por tener brazos largos, por mis calificaciones de "A". Me llamaban "delgada Minnie" y "Olivia"; a veces era "lombriz". Cada día era un desafío para mí, pero si las palabras no podían herirme, ¿por qué lloraba tanto cuando ellos decían cosas que herían mis sentimientos?

        Con los años descubrí que las palabras sanan y lastiman. Las Escrituras dicen mucho sobre nuestras palabras. Proverbios 21:23 dice que podemos meternos en problemas con nuestras palabras. Proverbios 18 dice que nuestras palabras (lengua) pueden sanarnos o matarnos. Santiago 3:3 dice que nuestra lengua determina nuestro camino en la vida, y Mateo 12 dice que somos justificados o condenados por nuestras propias palabras. Lo que dices es lo que obtienes. Es tiempo de enfocarse en lo aprendido y no en la depresión. Has dado el paso de comenzar el proceso de sanidad de esta enfermedad malvada. No te pierdas los planes que Dios tiene para ti debido a lo que dices de ti o las palabras que aceptas.

        Sigue tus devocionales, comienza un nuevo Plan al terminar uno. Este es el día de comenzar a ser intencional sobre confesar la sanidad. No continúes confesando el gran problema; comienza hoy confesando que tu Dios es más grande.

        Recuerda los pasos de este viaje: medita en la Palabra, alábale a Él por tu avance y sigue caminando en fe. Recurre a la oración y a las Escrituras, sí; pero ahora debes empezar a hablar esas Escrituras sobre la situación. Permítele a Dios mantener Sus promesas para ti.
Lo que dices es lo que obtienes. ¡Cambia tus palabras!