La ley de la gracia: la fe de RahabMuestra

Una mujer decidida a cambiar su reputación

Rahab mencionó a los espías, todo lo que sucedió a los reyes, conocía la historia. Mencionó Sehón rey delos Amorreos, el cual atacó a Israel y fue derrotado por los israelitas. Mencionó a Og, que también los atacó y fue destruido. Todos estos eventos eran escuchados por las personas de la región, la diferencia es que lo escuchaban como una historia sin relevancia, pero la mujer veía la realidad de un Dios en el que había creído cuando tenía 10 años de edad. Ella sabía que solo había un Dios verdadero. 

Cuando oímos esto, nos acobardamos, no quedando ya valor en hombre alguno por causa de ustedes. Porque el Señor, el Dios de ustedes, es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. 

Jericó no temía porque los de Israel fueran guerreros o algo por el estilo. La razón por la cual temían es porque era Dios arriba y abajo. Hay dioses que solamente son del cielo, porque jamás se ven en la tierra, no trascienden en la vida del hombre. Hay dioses que solo son de la tierra, pero no tienen realidad en el espíritu. Rahab había visto muchos de esos dioses, por todas partes había dioses en ese tiempo. Dioses en los que las personas creían, pero ella era un creyente de un Dios único que trasciende en los cielos y la tierra. 

Era una mujer inteligente, pues negoció con los espías: «Júrenme en el nombre de ese Dios que tratarán bien a toda mi familia, así como yo los he tratado bien a ustedes. Denme alguna prueba de que así lo harán. ¡Prométanme que salvarán a todos mis familiares!, y que nos salvarán de la muerte». No solamente estaba pidiendo vivir, sino ser parte de esa nación. Estableció un pacto para su vida y familia, el cual garantizaba la bendición de esa tierra. A pesar de su mala reputación, era una mujer con buen corazón. No dijo: me salvó y los demás no. Pensaba que la mayoría de las personas que pudieran creer en ese Dios, fueran rescatadas y salvadas. Quiso bendición para todos los que conocía. 

Sabía y anticipaba, que venía una nueva vida. La ciudad, sociedad y trabajo no serían lo mismo. Su reputación tampoco sería la misma, porque pasaba de ser Rahab la ramera, para ser la mujer de fe. Su nombre no iba aparecer en los libros de la historia de la ciudad, como la mujer de mala fama, porque ahora se escribiría en la posterioridad, como Rahab, la mujer de fe que aparece no solamente en el libro de Josué, sino en Mateo y Hebreos como uno de los personajes de la fe.