HosannaMuestra

Nos da su Espíritu

Mas en su triunfo el nuestro está,

Y junto al Padre nuestro hogar.

Nos da su Espíritu y en él,

Hallamos gozo, paz, poder.

Nuestro Redentor cumplió lo que le encomendó el Padre. Antes de expirar dijo consumado es, pero no nos abandonó, ¡no! Sus discípulos querían retenerlo; no se imaginaban sin él; pero el Cristo encarnado los tranquilizó explicándoles que enviaría a otro, en griego allos: de la misma clase. El Señor enviaría al Consolador que permanecería en nosotros todos los días. 

El Espíritu Santo vino sin demora; en Hechos 2 manifestó su llegada un tanto diferente al nacimiento sencillo de Cristo. En Pentecostés estaban ciento veinte reunidos orando y, en medio de un viento recio, se posaron lenguas como de fuego sobre sus cabezas y hablaron de manera desconocida. Tres mil creyeron ese día y el Espíritu los hizo su morada, se manifestó con poder y nos dio la naturaleza divina que nos hace hijos de Dios para ser coherederos con el Salvador que en la cruz derrotó al enemigo y nos hizo más que vencedores para manifestar el mayor milagro: miles de distintos orígenes, culturas y lenguas como un cuerpo en el que las células, los órganos y los sistemas trabajan para evidenciar su vida en la tierra; ¡una que trasciende porque es espiritual! 

¡Cómo no celebrar!, ¡cómo no gozarnos la Navidad!, ¡cómo no reconocer el maravilloso nacimiento del Hijo de Dios!, ¡cómo no reconocer el profundo sacrificio de Jesús en la cruz!, ¡cómo no valorar al Espíritu Santo de Dios que nos envuelve!, ¡cómo no dimensionar tanto amor a nuestro favor sin merecerlo!; ¡eso cambia nuestra vida, nos compromete con la causa de Cristo y nos lleva a una realidad que refleje el precioso Espíritu que nos habita! ¡Gloria a Dios!, ¡aleluya!