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Malaquías MALAQUÍAS

MALAQUÍAS
INTRODUCCIÓN
El profeta y su medio
Malaquías, el nombre que encabeza este breve escrito, es un derivado del término hebreo malají, que significa «mi mensajero». Y dado que un profeta es propiamente un mensajero de Dios, «Malaquías» puede interpretarse no solo como nombre de persona, sino también como título de aquel a quien Dios encomienda un ministerio profético.
La aparición de este texto debió de tener lugar después que, a partir del año 516 a.C., se reanudaran regularmente las ceremonias del culto (1.6—2.9) en el templo de Jerusalén, una vez concluida su reconstrucción (cf. 3.10). Es probable que Malaquías ejerciera sus funciones a finales del siglo VI o a comienzos del V a.C., durante un período intermedio entre la actividad de Hageo y Zacarías (segunda mitad del siglo VI a.C.) y la de Esdras y Nehemías, cerca de un siglo después. También puede pensarse que la predicación de Malaquías abrió el camino a las reformas realizadas por Nehemías (cf. Neh. 13.25-27).
El libro y su mensaje
Con el libro de Malaquías (Mal), último de los doce que forman el grupo de los llamados Profetas Menores, concluye el bloque de la literatura profética de la Biblia y se pone punto final a la última página del AT.
El texto de Malaquías se caracteriza por el tono polémico con que aborda los diferentes temas. La propia armazón literaria del mensaje es una especie de discusión retórica, de diálogo con sus destinatarios, a cuyas preguntas y objeciones responde el profeta. La fórmula discursiva es la siguiente:
(a) Jehová establece un principio general o condena una práctica reprobable habitual en el pueblo;
(b) los interpelados responden planteando sus dudas y haciendo preguntas, introducidas a veces de manera irónica por el profeta;
(c) Jehová interviene de nuevo, confirma y amplía lo que antes había dicho, añade más reproches y anuncia el castigo de los culpables.
Objetivo inmediato de la reprobación profética de Malaquías son los sacerdotes que con su negligencia permiten que el pecado se instale en el propio templo (2.11), y que son los responsables de que se cometan abusos en la celebración de los sacrificios (1.6—2.9); pero también censura duramente a los malvados, los injustos, los impíos, los que repudian a su esposa para unirse a una extranjera (2.10-16) y los que dejan de pagar sus diezmos defraudando así al Señor. El juicio condenatorio de Malaquías se extiende a todos los que no tienen temor de Dios (3.5).
Por otra parte, el mensaje del profeta revela el estado de ánimo en que se hallaban muchos israelitas al cabo de varias décadas de la repatriación de los exiliados en Babilonia. Las muchas dificultades económicas a que tenían que hacer frente, las problemáticas relaciones con los pueblos de su entorno y el retraso en el cumplimiento de las promesas que habían escuchado por boca de Hageo y Zacarías, dieron paso entre ellos al desencanto y a las dudas sobre el amor y la justicia de Dios (cf. 2.17). Por eso, Malaquías afirma con pasión que Dios ama a su pueblo (1.2) y que no dejará de cumplir las promesas que le hizo. El día de Jehová viene «ardiente como un horno», pero a los que temen el nombre del Señor les «nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación» (4.1,2).
Esquema del contenido:
1. Amor de Jehová por Jacob (1.1-5)
2. Jehová reprende a los sacerdotes (1.6—2.9)
3. Condena del repudio de la propia esposa y del matrimonio con extranjeras (2.10-16)
4. El día del juicio se acerca (2.17—3.5)
5. El pago de los diezmos (3.6-12)
6. Diferencia entre el justo y el malo (3.13-18)
7. El advenimiento del día de Jehová (4.1-6)

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