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1 Pedro PRIMERA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE SAN PEDRO APÓSTOL

PRIMERA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE SAN PEDRO APÓSTOL
INTRODUCCIÓN
El año 63 a.C., el general romano Pompeyo conquistó Jerusalén. Desde entonces, los judíos, llevados del profundo odio y desprecio que Roma les inspiraba, comenzaron a llamarla «Babilonia», el nombre de la antigua ciudad que evocaba en ellos la imagen de un mundo pagano, blasfemo y corrupto.
La iglesia, al igual que los judíos, también utilizó el nombre de Babilonia para simbolizar a la poderosa Roma imperial (cf. Ap. 14.8; 16.19; 17.5; 18.2,10,21). Y así Pedro se refiere a ella cuando transmite a los destinatarios de su carta el saludo de «la iglesia que está en Babilonia» (5.13).
Fecha y lugar de redacción
La Primera epístola de San Pedro (1 P) no ofrece datos que permitan identificar a sus lectores inmediatos. Tan solo dice que vivían «expatriados» en los territorios de «Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia» (1.1), cinco regiones del centro y norte de Asia Menor (actualmente Turquía). Probablemente se trataba de pequeños grupos cristianos, compuestos por conversos de origen gentil y que formaban parte de la «diáspora» o «dispersión». En general, debían su creación a la obra misionera del apóstol Pablo y sus colaboradores (1.14,18; 2.9-10; 4.3).
Aunque no poseemos indicaciones precisas acerca del tiempo de composición de esta carta, se cree que fue muy cerca del año 64, en Roma, poco antes de la gran persecución que Nerón desató contra los cristianos de aquella ciudad.
Propósito
El texto de 1 Pedro está redactado en un griego de notable nivel literario. En 5.12 aparece un dato interesante: «por conducto de Silvano... os he escrito». Esto puede significar que, aun cuando Pedro fue el autor y firmante del texto, para su redacción contó con un secretario erudito. Y dado que Silvano es la forma latina del nombre arameo Silas, cabe suponer que aquí se trata del que fue compañero de viaje y colaborador de Pablo (Hch. 15.22—18.5; cf. también 2 Co. 1.19; 1 Ts. 1.1; 2 Ts. 1.1).
El objeto principal de esta epístola es alentar a sus lectores a mantener, aun en medio de quebrantos y persecuciones, una conducta limpia, digna de quienes profesan la fe en Jesucristo (1.6-7; 2.12; 3.17; 4.1,4,12-16,19). Junto a ese objetivo primordial, las enseñanzas que contiene la carta aparecen más bien como el indispensable soporte de una exhortación pastoral.
Contenido y estructura
Después de un breve saludo (1.1-2), el autor introduce el tema general del plan de redención dispuesto por Dios (1.10-12) para quienes ponen su fe en Jesucristo, una fe que es «mucho más preciosa que el oro» (1.7) y cuya meta «es la salvación de [nuestras] almas» (1.9). Dirige luego una serie de consejos y recomendaciones a los creyentes (1.13—2.10), que son «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios» para anunciar «las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (2.9).
Alienta el autor a los cristianos a actuar de tal forma que en todo sean ejemplo (2.11—4.6), incluso en situaciones en que su buena conducta podría resultar incomprensible a la vista del mundo y reportarles menosprecio y hostilidad. Contiene también esta sección consejos referentes al cumplimiento del deber en los diversos casos que plantean las relaciones humanas (2.13-14,17,18; 3.1-7), y al comportamiento que corresponde a una verdadera comunión fraternal en el ámbito de la iglesia (3.8—4.6). Esta comunión tiene como base el amor, y debe ser objeto de la mayor solicitud porque «el fin de todas las cosas se acerca» (4.7).
La parte última de la carta incluye una nueva exhortación a mantener firme el testimonio de la fe. Los creyentes, siendo «participantes de los padecimientos de Cristo», también lo serán de su gloriosa revelación (4.12-19).
Algunos consejos a pastores y responsables de iglesia (5.1-4), y otros a los creyentes en general (5.5-11), más unos breves saludos de parte de la «iglesia que está en Babilonia... y [de] Marcos mi hijo» (5.13-14), ponen punto final a la epístola.
Esquema del contenido:
Prólogo (1.1-12)
Salutación (1.1-2)
Una esperanza viva (1.3-12)
1. Nueva vida en Cristo (1.13—2.10)
Llamamiento a una vida santa (1.13—2.3)
La piedra viva (2.4-8)
El pueblo de Dios (2.9-10)
2. Deberes de los creyentes (2.11—4.19)
Vivid como siervos de Dios (2.11-25)
Deberes conyugales (3.1-7)
Una buena conciencia (3.8-22)
Buenos administradores de la gracia de Dios (4.1-11)
Padeciendo como cristianos (4.12-19)
3. Consejos particulares (5.1-11)
A los ancianos (5.1-4)
A los jóvenes (5.5-11)
Epílogo: Salutaciones finales (5.12-14)

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