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La Misión

DÍA 1 DE 7

Hace muchos años entregué mi vida a Jesús. Le di el dominio de mi corazón, de mis deseos y mis planes, y le pedí que guiara mi vida, porque me encontraba completamente perdida.

Al poco tiempo, sentí un gran temor al llamado de Dios, y a lo que a partir de ese momento, significaba su reinado en mi vida. Sabía, que si Él me llamaba a lo que fuera, no podría resistirme, y eso me asustaba. Estaba completamente aterrada.

Le pedí, le rogué, que nunca me llamara a las misiones, a dejar mi casa, mi familia, mi zona de seguridad y comodidad. Esto era fruto de mi propia inmadurez, pero reconozco, que a menudo, he vuelto a sentirme así.

¿Qué es aquello que temes ver llegar? ¿Has oído la voz de Dios retándote a vivir fuera de tu zona de confort? ¿Cuántas veces le has dicho, todavía no, Señor?

Algo así le pasó a un joven que deseaba seguir a Jesús, que amaba obedecer a Dios, hacer el bien y servir a otros, pero que en respuesta al llamado del Señor, dijo: todavía no, Señor.

Seguramente has oído hablar del «joven rico». Lo que diferenciaba a este joven de otros, no solamente eran sus posesiones, también su conducta. Según Mateo 19:16-30, el muchacho vivía una vida ejemplar, de buen comportamiento y testimonio para otros.

¿Por qué entonces, no lo dejó todo para seguir a Jesús? Porque su seguridad estaba en lo que podía palpar, en lo que sus sentidos percibían, sus riquezas, sus posesiones. No parece que la Biblia nos hable de un joven avaro, engreído o mimado. Más bien nos presenta a alguien que, ante el llamado de Jesús, se entristeció, porque no estaba dispuesto a cambiar su forma de vida, porque no tendría el control sobre su futuro, sobre sus propias decisiones.

La vida cristiana no está diseñada para ser exactamente igual que antes de conocer al Señor. Al contrario, la Iglesia (los creyentes), somos llamados a vivir fuera de los parámetros humanos, los límites de la lógica y la razón. Y esto no supone vivir una vida extraterrestre, pero sí un cambio de pensamiento, de motivaciones y de prioridades. Ahora, hay otros temores con los que me toca luchar, sin embargo, el llamado de Dios me resulta atractivo, apetecible, misterioso, aunque sigue siendo aterrador. Sigue siendo demasiado grande para mi pequeñez, demasiado poderoso para mi debilidad, demasiado brillante para mi suciedad. ¿La diferencia? Ahora vivo mi vida para alguien más que para mí misma, y me recuerdo cada día, que yo no soy lo importante aquí, sino Él.

Día 2

Acerca de este Plan

La Misión

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Nos gustaría agradecer a Iglesia Rey de Reyes por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.reydereyesad.org/

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