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Abrazo Divino

DÍA 3 DE 5




“Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y, como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero” (Gal. 4:7).

No hay nada más liberador que el repentino despertar de la poderosa revelación de una verdad espiritual.

Por muchos años viví la fe desde una posición de siervo. Mi sincera convicción era que, al ser un siervo de Dios y al obedecer a mis autoridades espirituales gozaría de una vida llena de plenitud y propósito, cuando la realidad era otra.

Pero Dios Padre que es tan rico en misericordia y se complace en que sus hijos podamos comprender la grandeza de nuestra redención en Jesucristo, me sorprendió por medio del Espíritu de la adopción cuando en una ocasión estaba realizando un estudio de la Epístola a los Gálatas capítulo por capítulo y fui movido en mi espíritu a experimentar mi legítima herencia como hijo por la gracia de Dios.

¡Soy hijo, no esclavo! Recuerdo que salté, grité ¡Estaba feliz! Una y otra vez esta verdad estallaba dentro de mí con un ímpetu nuevo ¡Hijo, no siervo, no sirviente! Al leer una y otra vez el versículo siete de Gálatas cuatro.

Hoy día pienso, que hay muchos sinceros creyentes viviendo en la misma frustración y esclavitud que yo viví por años. Estoy tan agradecido con Dios Padre, porque creo que el Espíritu Santo se abrió paso en medio de mi confusa identidad, gracias a la aflicción que sufrió a favor mío el siervo sufriente de Dios, dos mil años antes en la cruz.

El Apóstol Pablo, hizo un gran esfuerzo en su Epístola a los Gálatas, para que entendiéramos que ¡No fuimos salvos para servir! La intención de nuestro Padre Celestial siempre ha sido la de llevar muchos hijos a su gloria, lo cual indica que como hijos siempre permaneceremos en casa, no así sucede con el siervo. El siervo presta un servicio y recibe una paga. Una vez termina su jornada el siervo vuelve a su casa, el hijo no porque siempre está con el Padre en casa (Gal.4:1-7, Ef. 1:5).

La diferencia fundamental entre el siervo y el hijo radica en el hecho de saber que el siervo va de tras de las recompensas, mientras que el hijo se deleita en la relación con su Padre porque sabe que es heredero por naturaleza (Jn. 8:34-36).

El siervo teme al castigo cuando comete una falta, mientras que el hijo la confiesa porque sabe que su Padre es misericordioso y no le teme a su reprensión.

La relación del siervo con su amo se basa en el temor, mientras que la del hijo con su Padre se fundamenta en el amor (Rom.8:15-17).

Al final entendí que fui invitado por Dios Padre a estar en sus asuntos y a servirle, pero en una nueva posición, la posición de coheredero. Mi servicio a Dios mejoró, en lugar de un deber, una obligación se convirtió en un deleite una pasión; pues que hijo no ama cuidar y estar en los negocios de su Padre (Jn 16:15).

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Acerca de este Plan

Abrazo Divino

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Nos gustaría agradecer a Conociendo a Dios por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://conectar.conociendoadios.net/

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