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Vencedores en la pruebaMuestra

Vencedores en la prueba

DÍA 1 DE 10

BREGANDO CON LO INCOMPRENSIBLE

“Esto sé, que Dios está por mí” (Salmos 56:9b).

De cuando en cuando me toca lidiar con cierta frase en mi cabeza. No es la criptica oración de un oráculo en una historia épica, ni la enrevesada expresión de un poeta renacentista. Es mucho más sencillo y mucho más complicado que eso. Se trata de una pregunta honesta que nace de mis vivencias más cercanas, cuando lo que sucede a mi alrededor me llena de pavor y desconcierto. Es la interpelación: ¿Por qué Señor?

Por estos días he tenido una buena dosis de estas interrogaciones. ¿Por qué les va bien a los que medran con el evangelio? ¿Por qué los que trasquilan tu rebaño salen ilesos una y otra vez y engordan a causa de sus transgresiones? ¿Por qué se prolongan los liderazgos autocráticos? ¿Por qué prosperan los fraudulentos, los que dicen y no hacen? ¿Por qué se multiplican los mercachifles que usan las buenas nuevas como mercancía para vender su fama? ¿Por qué están en eminencia los que, como Saúl, ya han sido desechados? ¿Por qué los justos sufren agravios sin que nadie los defienda? ¿Por qué causa se multiplican los indolentes, y tu obra sufre a los perezosos, los que dormitan cuando es tiempo de cosechar? Preguntas que surgen de los conflictos entre mi razón y mi fe.

No hay quien falte para decir la consabida frase: “Hermano, no pregunte por qué, sino para qué Dios está permitiendo esto”. Pero en la práctica, Dios tampoco suele responder a esta segunda pregunta. Batallo con mis inquietudes como lo hicieron en su tiempo otros creyentes. Me cuesta explicarme lo que de momento me resulta incomprensible y descifrar el mensaje en clave que debe encontrarse en cada permisión de Dios. Después de todo, tal vez ninguna de las dos preguntas sirva de algo. Preguntar “por qué” o “para qué” no termina dándome el sosiego que busco, quizás solo deba decir: ¡Amén! No me refiero a un conformismo cobarde, sino a la valentía de aceptar mis limitaciones. A ver más allá de lo que se ve.

Me doy cuenta que, en las arenas de la vida solo se puede ganar si se usa la fe como arma legítima. Solo la fe puede triunfar. La fe no exige explicaciones, no escruta a su autor y consumador, solo lo venera desde la certeza plena de que él está al control. Una fe que va más allá de la razón y que no por eso es irrazonable. Una fe que entiende, aunque no sabe explicarse. Una fe que es seguridad en medio del caos. Una fe que sabe bregar con los enigmas de la vida, que acepta lo incomprensible como un proceso para crecer, como la parte de un todo que Dios mismo orquesta.

En definitiva, he de hacer más hincapié en la soberanía de Dios en lugar de formularme preguntas necias que no conducen a ninguna parte. Sí, querido peregrino, tenemos que comprender que Dios está en nosotros, pero también más allá de nosotros. Él es infinito, eterno, omnisapiente, nada escapa a su voluntad y dominio. Dios es confiable, digno de que depositemos en él nuestra esperanza. No invirtamos más tiempo en preguntas sin sentido y apropiémonos de la fe que coloca a Dios por toda respuesta.

“Méteme Padre eterno en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar” (Epitafio de Miguel de Unamuno).

(Tomado del libro: Lecturas para Peregrinos, de Osmany Cruz Ferrer).

Escritura

Día 2

Acerca de este Plan

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Nos gustaría agradecer a Como Jesús por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite: https://www.instagram.com/osmanycruz/?hl=es

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