Biblia para todosMuestra

Cuando buscamos acabar con algo o ayudar a alguien que está empobrecido, necesitamos definir y entender adecuadamente la palabra pobreza.

Quizás comprender la pobreza y buscar ponerle fin signifique que reconozcamos nuestra propia comprensión de lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “bienaventurados los pobres en Espíritu”. La respuesta más simple es que cuando venimos a Dios, debemos darnos cuenta de nuestro propio pecado y de nuestro vacío y pobreza espiritual. No podemos estar orgullosos en nuestro corazón, complacientes o pensando que realmente no necesitamos a Dios. (Santiago 4:6) Nuestro ejemplo de “pobres en Espíritu” es Jesús, con la inigualable humildad de su espíritu que vivió una vida obediente hasta la muerte por nosotros, necesitamos vernos a nosotros mismos como débiles, mansos y pobres en espíritu. Nuestra comprensión de nuestro propio corazón empobrecido permite que el poder de Dios se perfeccione en nuestra debilidad (2 Cor 12:9). El reconocimiento de nuestra necesidad de Dios nos lleva a ser colmados por su palabra. Mateo 4:4 dice: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. La Biblia también nos instruye que “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”. (Josué 1:8)

 Cuando nos vemos a nosotros mismos como completamente indefensos y completamente dependientes de Él, entonces y sólo entonces podemos buscar poner fin a cualquier tipo de pobreza en este mundo. Poner fin a la pobreza bíblica y llevar a las personas el poder transformador de la Palabra de Dios comienza cuando todos reconocemos nuestra propia pobreza espiritual y la necesidad de una dependencia total de Jesucristo. A medida que meditamos en la Palabra de Dios y la aplicamos a nuestra vida cotidiana, nos equipamos mejor para servir a los demás operando desde el desbordamiento de la presencia de Dios en nuestras vidas.