Identidad - Cuando sepas quién eres serás invencibleMuestra

La competición había unido varias escuelas. Junto con José fuimos a representar a la nuestra. La competición era de aviones de madera balsa y realmente éramos los favoritos. No por mi avión, por cierto, que había salido bastante mal, tenía muy torcidas las alas y también la cola. Pero el de José era extraordinario, brillaba por donde lo mirases. Su padre le había puesto laca y todos admirábamos esa obra maestra. La dinámica de la competición era sencilla: se cronometraba el tiempo desde que el avión era lanzado hasta que tocaba tierra. Finalmente llegó nuestro turno. José lanzó su avión y no había viento. Segundos después el avión tocó tierra. El tiempo fue muy malo. Por extraña paradoja, lo que lo hacía brillante lo llevó al fracaso ya que era muy pesado. Llegó mi turno y lancé el mío. El viento comenzó a soplar y el torcido avión comenzó a planear. Cuando tocó el suelo, el tiempo fue récord. Volaron otros aviones pero ya ninguno superó mi tiempo. Quién lo diría, el torcido avión ganó la competición.

¿Te ha pasado alguna vez que te miras al espejo y sientes que otros brillan mucho más que tú, que tu vida está tan torcida que no crees que alguna vez podrás triunfar? Por un tiempo llegué a pensar que tal vez la NASA se había perdido a un gran ingeniero aeroespacial conmigo. Sin embargo tuve que reconocer que nunca se trató de mi avión, sólo del viento que sopló. La misma lección tuvo que aprender Nicodemo: tenemos que nacer de nuevo. Cuando eres una nueva criatura en Cristo ya nunca se tratará de ti ni de tu pasado torcido, sino de su Espíritu en tu vida.