MEDITACIONES SOBRE El EVANGELIOMuestra

"MEDITACIÓN 6: Jesús en la Sinagoga de Nazaret" Este largo pasaje es, sin duda, uno de los textos más desconcertantes del evangelio de Lucas. En los versículos anteriores, el evangelista ha resumido la actividad inicial de Jesús con unas pocas palabras: “…se hablaba de él por toda la tierra de alrededor. Enseñaba en la sinagoga de cada lugar, y todo le alababan.” Así que ya era bien conocido y, de hecho, la gente de la sinagoga de Nazaret “tenían la vista fija en él”. El hijo de una aldea casi desconocida había alcanzado cierta fama y estaba allí, dispuesto a desplegar su conocimiento de la Escritura. Sus primeras palabras son una declaración solemne respecto a su propia condición: la salvación anunciada por el profeta se está cumpliendo allí mismo, no era una simple promesa que hubiera de cumplirse en un futuro vago y distante. El mensaje de Jesús es básicamente un mensaje de liberación: según las palabras del profeta, ha sido enviado para liberar de la enfermedad, de la prisión o cualquier clase de servidumbre a quienes viven bajo circunstancias de opresión. Esas palabras de gracia causan admiración entre los oyentes. Pero también provocan un deseo de ver cómo se cumplen en medio de ellos esas promesas de liberación. “Es el hijo de José, es uno de los nuestros… ¡Que actúe y muestre su poder!” No podemos menos que sentirnos desconcertados ante la extraña reacción de la asamblea. De “hablar bien” de él y sentirse “admirados” por las cosas que decía, pasan a adoptar una actitud de indignación y cólera, hasta el punto de intentar “arrojarlo” desde lo alto del monte sobre el que se alzaba Nazaret. ¿Qué había pasado para hacerles cambiar de actitud de manera tan abrupta? Tal vez descubrieron en las palabras de Jesús sobre Naamán el sirio (2 Reyes 5:1-14) y la viuda de Sarepta (1 Reyes 17:7-16) algo que ni ellos, ni siquiera las autoridades religiosas, podían entender: que el Reino de Dios no era propiedad exclusiva de Israel, sino que la misericordia y la salvación alcanzaban a toda la humanidad. Jesús fue por eso fue considerado un hereje: es inconcebible que fuera a tratar con pecadores, proscritos, gente impura… ¡y gentiles! Este es el comienzo, y en su propia casa… Rvdo. D. Mariano Perrón, Sacerdote católico, Arquidiócesis de Madrid, España