1 (2) Dios mío,
no me des la espalda;
presta oído a mi oración.
2-3 (3-4) ¡Atiéndeme!
¡Respóndeme!
Estoy angustiado,
y no encuentro paz.
Me asusta oír los gritos
de los malvados enemigos
que me oprimen.
No solo se enojan conmigo;
para colmo, me persiguen.
4 (5) Siento que el corazón
se me sale del pecho;
el miedo a la muerte me domina.
5 (6) Estoy temblando de susto;
¡realmente estoy espantado!
6 (7) ¡Quisiera yo tener alas,
y volar como paloma
hasta un lugar tranquilo!
7 (8) Me iría muy lejos de aquí:
¡me iría a vivir al desierto!
8 (9) ¡Buscaría refugio,
y me pondría a salvo
de los que me atormentan!
9 (10) Dios mío,
destruye sus planes;
no los dejes ponerse de acuerdo.
En la ciudad solo veo
sangre y violencia;
10 (11) dentro de sus murallas
reinan día y noche,
la intriga y la maldad;
11 (12) el engaño y la opresión
dominan en todas sus calles.
12-14 (13-15) ¡Amigo mío,
hasta tú me has ofendido!
Tú, que eres igual que yo,
tú, que eres como mi hermano,
y que ibas conmigo al templo.
Si otro me hubiera insultado,
lo podría soportar;
si otro me hubiera humillado,
podría esconderme de él.
15 (16) ¡Ojalá que a mis enemigos
la muerte los tome por sorpresa!
¡Ojalá que los entierren vivos,
porque en ellos solo hay maldad!
16 (17) Yo, por mi parte,
voy a pedirle ayuda a Dios;
¡él habrá de salvarme!
17 (18) Mañana, tarde y noche,
no dejaré de rogarle;
¡él habrá de escucharme!
18 (19) Mucha gente me ataca,
pero él me rescatará;
me hará salir sano y salvo
de la lucha que ahora libro.
19 (20) Dios, el rey eterno,
humillará a mis enemigos.
Son gente que nunca cambia
ni sabe honrar a Dios;
20 (21) amenazan a sus amigos,
y nunca cumplen sus promesas.
21 (22) Dentro de ellos
solo piensan en pelear.
Sus palabras son amables
y suaves como la mantequilla;
¡son más suaves que el aceite,
pero más cortantes que un cuchillo!
22-23 (23-24) Dios mío,
¡tú echarás a los malvados
hasta el fondo de la tumba!
¡Esos asesinos mentirosos
no vivirán ni la mitad de su vida!