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San Juan 7:3-40

San Juan 7:3-40 DHH94I

sus hermanos le dijeron: —No te quedes aquí; vete a Judea, para que los seguidores que tienes allá también vean lo que haces. Pues cuando uno quiere ser conocido, no hace las cosas en secreto. Ya que haces cosas como estas, hazlas delante de todo el mundo. Y es que ni siquiera sus hermanos creían en él. Jesús les dijo: —Todavía no ha llegado mi hora, pero para ustedes cualquier hora es buena. Los que son del mundo no pueden odiarlos a ustedes; pero a mí me odian, porque yo hago ver claramente que lo que hacen es malo. Vayan ustedes a la fiesta; yo no voy, porque todavía no se ha cumplido mi hora. Les dijo esto, y se quedó en Galilea. Pero después que se fueron sus hermanos, también Jesús fue a la fiesta, aunque no públicamente, sino casi en secreto. Los judíos lo buscaban en la fiesta, y decían: —¿Dónde estará ese hombre? Entre la gente se hablaba mucho de él. Unos decían: «Es un hombre de bien»; pero otros decían: «No es bueno; engaña a la gente.» Sin embargo, nadie hablaba abiertamente de él, por miedo a los judíos. Hacia la mitad de la fiesta, Jesús entró en el templo y comenzó a enseñar. Los judíos decían admirados: —¿Cómo sabe este tantas cosas, sin haber estudiado? Jesús les contestó: —Mi enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. Si alguien está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, podrá reconocer si mi enseñanza viene de Dios o si hablo por mi propia cuenta. El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero quien busca la gloria del que lo envió, ese dice la verdad y en él no hay nada reprochable. »¿No es verdad que Moisés les dio a ustedes la ley? Sin embargo, ninguno de ustedes la obedece. ¿Por qué quieren matarme? La gente le contestó: —¡Estás endemoniado! ¿Quién quiere matarte? Jesús les dijo: —Todos ustedes se admiran por una sola cosa que hice en sábado. Sin embargo, Moisés les mandó practicar el rito de la circuncisión (aunque no procede de Moisés, sino de los patriarcas), y ustedes circuncidan a un hombre aunque sea en sábado. Ahora bien, si por no faltar a la ley de Moisés ustedes circuncidan al niño aunque sea en sábado, ¿por qué se enojan conmigo por haber sanado en sábado al hombre entero? No juzguen ustedes por las apariencias. Cuando juzguen, háganlo con rectitud. Algunos de los que vivían en Jerusalén comenzaron entonces a preguntar: —¿No es a este al que andan buscando para matarlo? Pues ahí está, hablando en público, y nadie le dice nada. ¿Será que las autoridades creen de veras que este hombre es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene. Al oír esto, Jesús, que estaba enseñando en el templo, dijo con voz fuerte: —¡Así que ustedes me conocen y saben de dónde vengo! Pero no he venido por mi propia cuenta, sino que vengo enviado por uno que es digno de confianza y a quien ustedes no conocen. Yo lo conozco porque procedo de él, y él me ha enviado. Entonces quisieron arrestarlo, pero ninguno le echó mano porque todavía no había llegado su hora. Muchos creyeron en él, y decían: —Cuando venga el Mesías, ¿acaso hará más señales milagrosas que este hombre? Los fariseos oyeron lo que la gente decía de Jesús; y ellos y los jefes de los sacerdotes mandaron a unos guardianes del templo a que lo arrestaran. Entonces Jesús dijo: —Voy a estar con ustedes solamente un poco de tiempo, y después regresaré al que me ha enviado. Ustedes me buscarán, pero no me encontrarán, porque no podrán ir a donde yo voy a estar. Los judíos comenzaron entonces a preguntarse unos a otros: —¿A dónde se va a ir este, que no podremos encontrarlo? ¿Acaso va a ir a los judíos que viven dispersos en el extranjero, y a enseñar a los paganos? ¿Qué quiere decir eso de que “Me buscarán, pero no me encontrarán, porque no podrán ir a donde yo voy a estar”? El último día de la fiesta era el más importante. Aquel día Jesús, puesto de pie, dijo con voz fuerte: —Si alguien tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura, del interior de aquel correrán ríos de agua viva. Con esto, Jesús quería decir que los que creyeran en él recibirían el Espíritu; y es que el Espíritu todavía no estaba, porque Jesús aún no había sido glorificado. Había algunos entre la gente que cuando oyeron estas palabras dijeron: —Seguro que este hombre es el profeta.

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