Oh SEÑOR, óyeme cuando oro; presta atención a mi gemido. Escucha mi grito de auxilio, mi Rey y mi Dios, porque solo a ti dirijo mi oración. SEÑOR, escucha mi voz por la mañana; cada mañana llevo a ti mis peticiones y quedo a la espera. Oh Dios, la maldad no te agrada; no puedes tolerar los pecados de los malvados. Por lo tanto, los orgullosos no pueden estar en tu presencia, porque aborreces a todo el que hace lo malo. Destruirás a los que dicen mentiras; el SEÑOR detesta a los asesinos y a los engañadores. Gracias a tu amor inagotable, puedo entrar en tu casa; adoraré en tu templo con la más profunda reverencia. Guíame por el camino correcto, oh SEÑOR, o mis enemigos me conquistarán; allana tu camino para que yo lo siga. Mis enemigos no pueden decir la verdad; su deseo más profundo es destruir a los demás. Lo que hablan es repugnante, como el mal olor de una tumba abierta; su lengua está llena de adulaciones. Oh Dios, decláralos culpables y haz que caigan en sus propias trampas; expúlsalos a causa de sus muchos pecados, porque se rebelaron contra ti. Pero que se alegren todos los que en ti se refugian; que canten alegres alabanzas por siempre. Cúbrelos con tu protección, para que todos los que aman tu nombre estén llenos de alegría. Pues tú bendices a los justos, oh SEÑOR; los rodeas con tu escudo de amor.
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