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Deuteronomio 29:2-18

Deuteronomio 29:2-18 NTV

Entonces Moisés convocó a todo el pueblo de Israel y le dijo: «Tú has visto con tus propios ojos todo lo que el SEÑOR hizo en la tierra de Egipto, tanto al faraón como a todos sus sirvientes y al resto del país; presenciaste las grandes demostraciones de su fuerza, las señales asombrosas y los milagros sorprendentes. ¡Pero hasta el día de hoy, el SEÑOR no te ha dado mente para comprender ni ojos para ver ni oídos para oír! Durante cuarenta años te guie por el desierto, sin embargo, ni tu ropa ni tus sandalias se gastaron. No comiste pan ni bebiste vino ni otra bebida alcohólica, pero él suplió tus necesidades para que supieras que él es el SEÑOR tu Dios. »Cuando llegamos aquí, Sehón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, salieron a pelear contra nosotros, pero los derrotamos. Nos apoderamos de su tierra y se la dimos a la tribu de Rubén y a la de Gad y a la media tribu de Manasés como su porción de la tierra. »Por lo tanto, obedece las condiciones de este pacto para que prosperes en todo lo que hagas. Hoy, cada uno de ustedes —los jefes de las tribus, los ancianos, los jefes y todos los hombres de Israel— está en la presencia del SEÑOR su Dios. Tus esposas y tus pequeños están contigo, al igual que los extranjeros que viven en medio de ti, quienes cortan tu leña y llevan tu agua. Hoy estás aquí para hacer un pacto con el SEÑOR tu Dios. El SEÑOR es quien hace ese pacto, que incluye las maldiciones. Hoy, al hacer el pacto, él te confirmará como su pueblo y te reafirmará que él es tu Dios, tal como te lo prometió a ti y se lo juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. »Pero no es solo contigo que hago este pacto con sus maldiciones. Lo hago tanto contigo, que hoy estás en la presencia del SEÑOR tu Dios, como también con las generaciones futuras, que no están aquí hoy. »Tú recuerdas cómo vivíamos en la tierra de Egipto y cómo anduvimos por el territorio de naciones enemigas cuando salimos de allí. Tú viste las prácticas detestables de esas naciones y sus ídolos de madera, de piedra, de plata y de oro. Hago este pacto contigo, para que nadie —hombre o mujer, clan o tribu— se aparte del SEÑOR nuestro Dios para rendir culto a esos dioses de otras naciones, y para que ninguna raíz produzca frutos amargos y venenosos en medio de ti.

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